Los Coloquios


En las primeras décadas del siglo pasado, los coloquios eran parte de los pocos entretenimientos con que contaba nuestra ciudad, al coloquio se puede definir como una composición literaria muy semejante al sainete o a la comedia que suele representarse principalmente en las plazas públicas. Esta diversión popular no tenía lugares fijos para representarlos, era tan bueno usar una plaza de gallos, algún patio particular o en las propias calles de la ciudad.
Las compañías de coloquios compuestas de dos o tres actores, recorrían las calles ofreciendo su espectáculo para el gozo de los tapatíos de la época; el lugar preferido por ellos era el barrio de San Juan de Dios. Las noticias que se tienen sobre los coloquios representados en la ciudad, según Virginia González Claverán, datan desde 1823; de esto se deduce que eran bien recibidos por el público, lo que dio lugar a una profusión de actores que pretendían vivir de este tipo de espectáculos.

El Ayuntamiento tapatío afirmaba que estas funciones alteraban el orden público y decidieron suprimir la expedición de licencias en 1824. Al siguiente año se reanudaron las representaciones, comprometiéndose el Ayuntamiento a regular y no a prohibir las actividades que divertían a la población. Los coloquios reinaron por casi una década en el gusto de la gente, pero su decadencia se dejó sentir allá por el año de 1832; la mala situación del espectáculo obligó a los actores a unirse a compañías teatrales, pues como éstas contaban con el apoyo del Ayuntamiento, no pagaban impuestos al municipio.


 


 
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