Mucho antes de que estas tierras fueran conquistadas y fundada la ciudad
de Guadalajara el pueblo de Mezquitán ya existía y pertenecía
al Reino de Tonalá ; por ahí pasaron conquistadores, frailes,
evangelizadores y aventureros caminantes. Allá por el siglo XVI,
Mezquitán era administrado por los clérigos pertenecientes
al obispo de Guadalajara , a principios del siglo XVII, tenía menos
de 50 vecinos y su importancia socioeconómica era nula, en comparación
con los pueblos de Analco y Mexicaltzingo. Sus habitantes cultivaban la
tierra y criaban ganado para los señores españoles, al paso
del tiempo se comenzó a explorar la cantera que había en
el lugar, utilizándola para construir y adornar iglesias, conventos
y algunas residencia tapatías ; este tipo de cantera era muy bien
vista en toda la región por su color y cualidades. Su población
original prácticamente desapareció a raíz de la conquista,
se volvió a poblar dándole tierra en comunidad a los indios
pero para servicio y usufructo de los encomenderos. |
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Así que mucho antes de Emiliano Zapata y del Plan de Ayala, "la
comunidad indígena de Mezquitán demandaba y obtenía
uno de los primeros repartos agrarios de los tiempos modernos, en efecto,
por disposición de las Cortes españolas de 1812, se ordenó
que las tierras de este pueblo se midieran, dividieran y repartieran en
parcelas de 400 por 500 varas de extensión cada una.
La completa legislación, sin embargo, no se efectuó sino
ya en plena etapa del federalismo, durante el gobierno de Prisciliano Sánchez.
Pero como siempre ha sucedido tan característicamente con los asuntos
agrarios en México, en el curso de algunos años aquellas
parcelas fueron pasando subrepticiamente a otras manos, y la comunidad
se fue quedando únicamente con sus títulos pero sin tierras".
En 1645 se comenzó a edificar el templo de San Miguel de Mezquitán.
El Dr. Rubén Villaseñor Bordes, uno de los mejores historiadores
de Mezquitán, nos cuenta algo de esta iglesia : "Su portada
es de estilo barroco en su modalidad plateresca, adornada profusamente
con rameo y ángeles . Dos de ellos sobre la puerta mayor llevan
la corona de cuatro gajos correspondiente a un príncipe, como lo
es el príncipe de los Angeles, San Miguel.
A los lados y sobre la puerta mayor están los nichos y en ellos
las esculturas pétreas de la Virgen del Rosario y de San Isidro,
que esta rota. En la portada pueden notarse caras demoniacas felinas, de
los diablos vencidos por San Miguel, que están castigados sosteniendo
el peso de algunas partes arquitectónicas, o en suplicio se hayan
amarrados por la lengua. Las gárgolas son también demonios.
En el interior abundan los ángeles y son de notar los arcángeles
que en el tambor de la cúpula asisten a al coronación de
la Virgen María, la cual está arrodillada ante un ángel
que va a coronarla, mientras otro espíritu celeste agita un incensario".
Este templo se terminó de construir en 1773, esta fecha esta en
uno de los bordes de la cúpula, el proyecto arquitectónico
original es del alarife Martín de León.
A mediados del siglo XIX, según Villaseñor Bordes , era
tanta la pobreza en la que habían caído los vecinos de Mezquitán,
que hasta la iglesia estaba casi en ruinas ; aparte de la pobreza, sufrió
los destrozos de la guerra, "primeramente, en tiempos del Federalismo
, en el cercano puente de Atemajac tomó posiciones el general Zires
; mientras que el general Pacheco desde la iglesia de Mezquitán
, defendía el ingreso a Guadalajara, durante el sitio de 1846. Como
consecuencia la artillería causó daños a los techos.
Llegamos al tiempo de la Revolución, cuando de nuevo los carrancistas,
aquí tuvieron encuentros". Entre la segunda y tercer décadas
de este siglo, el arzobispo Francisco Orozco y Jiménez mando restaurar
esta iglesia de San Miguel ; el 24 de junio de 1885, Mezquitán dejó
de ser pueblo de indios, ya que el Congreso del Estado decretó que
pasara a ser un barrio más de Guadalajara.
Como dato curioso, el pueblo de Mezquitán dio toda la piedra
para hacer la Capilla de Jesús. Anteriormente en este pueblo estaba
una de las garitas que rodeaban a la ciudad ; en los terrenos de esta antigua
garita se construyó el cementerio de Mezquitán, durante la
administración del gobernador Antonio Escobedo ; se inauguró
el 2 de noviembre de 1896 y el primer sepultado en sus terrenos fue le
señor Juan Jaacks, famoso boticario estableció en Guadalajara
desde 1853 y fue muerto trágicamente en la población de Ajijic.
El acceso principal ala cementerio se abrió por la desaparecida
calle de Mezquitán, se le construyó un pórtico de
estilo neoclásico ; actualmente la entrada principal es por la avenida
Federalismo.
El Sr. Genaro Aceves Mezquitán, titiritero y payaso de verso,
nacido en Mezquitán el 26 de septiembre de 1910, nos cuenta algo
de su barrio : "El barrio de Mezquitán se extendía,
desde la calle de Jesús García, donde iniciaba el puente
de Mezquitán, hasta Atemajac del Valle ; en la calle de Veracruz,
hoy de los Maestros, estuvo la cantidad el Valle de Atemajac", de
don Jesús Marquez que fue asesinado en su propio local : en Sarcófago
(hoy Eulogio Parra), estuvieron las cantinas frente a frente, la una se
llamó "El Moro Musa", la otra "Mi Delirio",
al llegar a la calle de los Haraganes, hoy General Mariano Arista, estuvo
un hidrante con cuatro llaves para surtir a la barriada de agua. Al llegar
a la calle de la Lagaña, hoy Jesús García, estuvo
la cantina "Entrenle en ayunas", que después fue menudería.
Continua Aceves Mezquitán diciendo que "cabe aclarar que al
pedir la novia, el novio iba provisto de una "damajuana" de vino,
tapada la boca con un centenario de oro ; de esa manera se apalabraban
con el papá de la novia, para pedirla.
Cuando había alguna defunción de algún "angelito",
los padrinos llevaban música desde el velorio ; flores y cohetes
todo el día, hasta llevarlo al cementerio, lo que hoy es el atrio
del templo de Mezquitán. En el ala del atrio, se hacia la judea
viviente, terminando con la aprehensión de Jesucristo y se simulaba
la crucifixión : en el templo seguían los actos litúrgicos.
Mientras tanto, arriba de la torrecita del templo tocaba la chirimia, desde
el lunes santo, y el centurión Cornelio, andaba a caballo, galopando
por las calles en busca de Jesucristo. Cada semana santa se vendían
muchas empanadas y aguas frescas de varios sabores".