Daguerrotipo y Fotografía


De los descubrimientos científicos que más popularidad adquirió en el siglo XIX, fue el de la fotografía; esto sucedió cuando los franceses Niepes y Daguerre, asociados desde 1829, consiguieron fijar las imágenes. En 1839, Daguerre logró que lo captado por la cámara obscura, se reprodujera sobre placas de cobre pulidas, sensibilizadas a base de yoduro de plata. "La imagen obtenida era positiva, de matices delicados, pero frágil, en virtud del material usado, de lo cual sólo se sacaba un ejemplar, expuesto a desaparecer, si los vapores mercuriales, a que se sujetaba, se aplicaban imperfectamente". Mediante este procedimiento, surgió el daguerrotipo, nombre tomado del apellido del inventor. El procedimiento de Ia daguerrotipia consiste en utilizar una placa de cobre con una superficie de plata pulida, expuesta a la acción de vapores de yodo, produciendo una reacción de yoduro de plata; Ia placa se coloca sobre una cámara enfocada sobre el objetivo que se desea tomar, después de una larga exposición, se revela la placa exponiéndola a la acción de vapores de mercurio.

Por último, se lava en una solución de sal común, obteniendo así las imágenes con detalle y exactitud. Los daguerrotipos no eran retratos como los que conocemos actualmente, eran muy delicados, su imagen era endeble y no tan fija como las fotos de hoy; los daguerrotipistas que primero actuaron en México, fueron: Emilio Rangel Dumesnil (1852), Juan María Balvontin, Rodolfo Jacobi y Guillermo Boscinet.

Los daguerrotipistas están considerados como los iniciadores de los reportajes gráficos. Adentrémonos a lo nuestro que es Guadalajara, en una biografía del arquitecto y pintor Jacobo Gálvez (autor del Teatro Degollado), escrita por Francisco Javier Castaños. Nos cuenta que este arquitecto se fue a Europa en 1852 en un viaje de estudios y regresó al año siguiente... "Trajo consigo una cámara obscura, para fijar imágenes, no en lámina como se hacía en aquella época y según el método primitivo del inventor Daguerre, sino en papel y por tal motivo se llamó daguerrotipo en papel. Se dice que a Gálvez se debe la introducción de la fotografía en Guadalajara" (también en Jalisco).

Está considerada como la fotografía histórica más antigua, la que muestra la entrada de las tropas francesas a esta ciudad, en la mañana del 6 de enero de 1864; aquí, el fotógrafo se situó en los altos del portal para abarcar la antigua calle de Loreto, ahora Pedro Moreno. Allá por los años sesenta del siglo XIX, apareció el fotógrafo ambulante, cargando con sus útiles de trabajo a cuestas, llegando a las poblaciones y presumiendo su arte, enseñando un muestrario donde exhibía "lo que era capaz de lograr mediante la cámara obscura". Hombres y mujeres se aprestaban a posar, inmóviles, con la máxima pulcritud en su indumentaria y postura, para el trascendental acto de la reproducción de su "imagen". Uno de estos "caminantes del daguerrotipo" llegó a Guadalajara en 1858, se llamaba Amado Palma, adquiriendo mucha fama. El primer taller formal dedicado al arte fotográfico en esta Perla Tapatía, lo estableció Justo Ibarra en 1864; estaba en el portal de los Agustinos No. 12, después actuó bajo la razón social de "lbarra y Contreras". Pero el más destacado fotógrafo tapatío del siglo XIX fue don Octaviano de la Mora, su negocio tenía por lema "Verdad y belleza", y fue el "único fotógrafo de la república premiado con medalla en la exposición Universal de París en 1878, y siete medallas de primera clase de oro y plata, en las exposiciones del país".

El señor Octaviano de la Mora abrió al público el 1 de octubre de 1873, su "Salón de Posiciones" en el Portal Matamoros No. 9, en el segundo piso. Orendáin nos cuenta que: "Don Octaviano aprendió en Europa los efectos que se podían lograr mediante una iluminación adecuada. Obtuvo que los fotografiados se despojaran del hieratismo que adoptaban a causa de la inmovilidad y, hábilmente, supo aprovechar el instante preciso para abrir el obturador, captando la imagen cuando la expresión era favorable".

También colocaba algunos elementos decorativos, que le daban uno muy buen fondo a las fotografías. De la Mora trajo de Francia novedosas ideas para adornar su galería, recurría también a decoradores teatrales, fondos pintados con montañas, bosques, jardines, fuentes, cascadas o donde se veía a lo lejos castillos, palacios o templos. Usaba columnatas, balcones, escaleras de madera con sobrepuestos de yesería, para darle más vida a su obra. Allí por 1890, existían los negocios de fotografía de don Carlos Barriere, Cristóbal Guerra y Evaristo Iguiniz, que estaban en los portales; Pedro Magallanes en Santuario No. l; Juan Macháin en Santa Mónica 7; Palemón Reinoso en Leandro Valle 1, y Genaro Ruesga en la esquina de la Aduana y Callejón de los Borregos.

Sobre Evaristo Iguiniz es importante hacer notar, que fue quien introdujo a la ciudad el fotograbado, procedimiento desconocido, ya que estos negocios mandaban traer de los Estados Unidos los clichés que necesitaban para las impresiones; sus primeros trabajos los realizó en 1896. A principios de este siglo eran muy destacados en la población tapatía, los fotógrafos Ignacio Gallardo, Francisco Ríos, Arturo González, Librado García (Smarth), Ignacio Bolaños y María Vallejo, como entre otros. No hay que olvidar a los fotógrafos ambulantes que ofrecían su arte en el Parque Agua Azul, Parque Alcalde y frente al Mercado Libertad; estos señores usaban varios fondos o telones donde estaba pintado algún monumento tapatío, telones que se convirtieron en objetos de arte popular. había algunos donde uno se colocaba por la parte trasera y sólo asomaba la cabeza por un hueco, simulando en la fotografía un cuerpo atlético, alguna boda, a bordo de un avión y un sinnúmero de estampas de todo tipo; esta moda comenzó allá por los cuarenta.

Muchos atraían a la gente colocando un caballito a escala y vestían al niño que iba a ser fotografiado, colocándole un sombrero charro y otros aditamentos; era muy común ver a un lado de la cámara un peine colgado a ella, un espejo pequeño y en el suelo una cubeta con agua, para la persona que se quisiera peinar. Tal vez de estos señores venga la expresión "viendo al pajaríto", para calmar la inquietud de los niños al tomarles su foto. Con la llegada de las cámaras instantáneas, los fotógrafos ambulantes fueron desapareciendo poco a poco, pues con la facilidad de adquirir y tomar fotografías con las cámaras actuales, no eran útiles a la población. Todavía se puede encontrar aún a varios de estos fotógrafos en la Plaza Tapatía, ya no usan telones como fondo, utilizan los edificios históricos de esta leal ciudad.



 


 
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