Por último, se lava en una solución de sal común,
obteniendo así las imágenes con detalle y exactitud. Los
daguerrotipos no eran retratos como los que conocemos actualmente, eran
muy delicados, su imagen era endeble y no tan fija como las fotos de hoy;
los daguerrotipistas que primero actuaron en México, fueron: Emilio
Rangel Dumesnil (1852), Juan María Balvontin, Rodolfo Jacobi y Guillermo
Boscinet.
Los daguerrotipistas están considerados como los iniciadores
de los reportajes gráficos. Adentrémonos a lo nuestro que
es Guadalajara, en una biografía del arquitecto y pintor Jacobo
Gálvez (autor del Teatro Degollado), escrita por Francisco Javier
Castaños. Nos cuenta que este arquitecto se fue a Europa en 1852
en un viaje de estudios y regresó al año siguiente... "Trajo
consigo una cámara obscura, para fijar imágenes, no en lámina
como se hacía en aquella época y según el método
primitivo del inventor Daguerre, sino en papel y por tal motivo se llamó
daguerrotipo en papel. Se dice que a Gálvez se debe la introducción
de la fotografía en Guadalajara" (también en Jalisco).
Está considerada como la fotografía histórica más
antigua, la que muestra la entrada de las tropas francesas a esta ciudad,
en la mañana del 6 de enero de 1864; aquí, el fotógrafo
se situó en los altos del portal para abarcar la antigua calle de
Loreto, ahora Pedro Moreno. Allá por los años sesenta del
siglo XIX, apareció el fotógrafo ambulante, cargando con
sus útiles de trabajo a cuestas, llegando a las poblaciones y presumiendo
su arte, enseñando un muestrario donde exhibía "lo que
era capaz de lograr mediante la cámara obscura". Hombres y
mujeres se aprestaban a posar, inmóviles, con la máxima pulcritud
en su indumentaria y postura, para el trascendental acto de la reproducción
de su "imagen". Uno de estos "caminantes del daguerrotipo"
llegó a Guadalajara en 1858, se llamaba Amado Palma, adquiriendo
mucha fama. El primer taller formal dedicado al arte fotográfico
en esta Perla Tapatía, lo estableció Justo Ibarra en 1864;
estaba en el portal de los Agustinos No. 12, después actuó
bajo la razón social de "lbarra y Contreras". Pero el
más destacado fotógrafo tapatío del siglo XIX fue
don Octaviano de la Mora, su negocio tenía por lema "Verdad
y belleza", y fue el "único fotógrafo de la república
premiado con medalla en la exposición Universal de París
en 1878, y siete medallas de primera clase de oro y plata, en las exposiciones
del país".
El señor Octaviano de la Mora abrió al público
el 1 de octubre de 1873, su "Salón de Posiciones" en el
Portal Matamoros No. 9, en el segundo piso. Orendáin nos cuenta
que: "Don Octaviano aprendió en Europa los efectos que se podían
lograr mediante una iluminación adecuada. Obtuvo que los fotografiados
se despojaran del hieratismo que adoptaban a causa de la inmovilidad y,
hábilmente, supo aprovechar el instante preciso para abrir el obturador,
captando la imagen cuando la expresión era favorable".
También colocaba algunos elementos decorativos, que le daban
uno muy buen fondo a las fotografías. De la Mora trajo de Francia
novedosas ideas para adornar su galería, recurría también
a decoradores teatrales, fondos pintados con montañas, bosques,
jardines, fuentes, cascadas o donde se veía a lo lejos castillos,
palacios o templos. Usaba columnatas, balcones, escaleras de madera con
sobrepuestos de yesería, para darle más vida a su obra. Allí
por 1890, existían los negocios de fotografía de don Carlos
Barriere, Cristóbal Guerra y Evaristo Iguiniz, que estaban en los
portales; Pedro Magallanes en Santuario No. l; Juan Macháin en Santa
Mónica 7; Palemón Reinoso en Leandro Valle 1, y Genaro Ruesga
en la esquina de la Aduana y Callejón de los Borregos.
Sobre Evaristo Iguiniz es importante hacer notar, que fue quien introdujo
a la ciudad el fotograbado, procedimiento desconocido, ya que estos negocios
mandaban traer de los Estados Unidos los clichés que necesitaban
para las impresiones; sus primeros trabajos los realizó en 1896.
A principios de este siglo eran muy destacados en la población tapatía,
los fotógrafos Ignacio Gallardo, Francisco Ríos, Arturo González,
Librado García (Smarth), Ignacio Bolaños y María Vallejo,
como entre otros. No hay que olvidar a los fotógrafos ambulantes
que ofrecían su arte en el Parque Agua Azul, Parque Alcalde y frente
al Mercado Libertad; estos señores usaban varios fondos o telones
donde estaba pintado algún monumento tapatío, telones que
se convirtieron en objetos de arte popular. había algunos donde
uno se colocaba por la parte trasera y sólo asomaba la cabeza por
un hueco, simulando en la fotografía un cuerpo atlético,
alguna boda, a bordo de un avión y un sinnúmero de estampas
de todo tipo; esta moda comenzó allá por los cuarenta.
Muchos atraían a la gente colocando un caballito a escala y vestían
al niño que iba a ser fotografiado, colocándole un sombrero
charro y otros aditamentos; era muy común ver a un lado de la cámara
un peine colgado a ella, un espejo pequeño y en el suelo una cubeta
con agua, para la persona que se quisiera peinar. Tal vez de estos señores
venga la expresión "viendo al pajaríto", para calmar
la inquietud de los niños al tomarles su foto. Con la llegada de
las cámaras instantáneas, los fotógrafos ambulantes
fueron desapareciendo poco a poco, pues con la facilidad de adquirir y
tomar fotografías con las cámaras actuales, no eran útiles
a la población. Todavía se puede encontrar aún a varios
de estos fotógrafos en la Plaza Tapatía, ya no usan telones
como fondo, utilizan los edificios históricos de esta leal ciudad.