En tiempos de la colonia el monopolio del tabaco lo tenia el gobierno.
Entre las actuales calles de Hidalgo, Belén e Independencia (el
Palacio Legislativo ), estaba el almacén donde depositaban los cargamentos
traídos por mulas; este lugar se llamaba la Real Fábrica
del Tabaco o "El Estanco", aquí se le vendía al
mayoreo a la gente que después lo daba al menudeo. Consumada la
Independencia, este monopolio término, se vendió a concesionarios
particulares pero los compradores fueron algunos políticos o revolucionarios.
En 1877, el señor Farías estableció una fábrica
de puros y cigarros llamada "Tabaquería de la Concha",
situada en la actual calle Morelos contra esquina de la espalda del Teatro
Degollado; era un edificio de la época colonial con un portón
de madera de encino y clavetones de bronce, cuatro grandes portales circundaban
el patio, cubierto de cantera y en el centro el patio, cubierto de cantera
y en el centro del patio una fuente.
El hijo del señor Farías (Juan Ixca) nos narra algo sobre
la fabricación de los cigarros en esta tabaquería: "en
los corredores de la planta baja tenía mi padre algunos cientos
de mujeres trabajando en torcer cigarros, estaban éstas sentadas
en bancas en tres o cuatro hiladas a todo lo largo de dichos corredores;
tenían sendas bateas de Uruapan sobre las rodillas con el tabaco
triturado por las máquinas, y paquetitos de papel de chupar hechos
en el Batán. En la mano derecha tenían un dedal de hojalata
con una uña para cabecear el cigarro, y en cada uno de los cuatro
corredores había una celadora, perita muy hábil que examinaba
la manufactura de las operarias". El despacho de la "Tabaquería
de la Concha" estaba en la calle de San Francisco (hoy 16 de septiembre)
y ocupaba parte de las hoy Fábricas de Francia. Tenía un
mostrador al frente, armazones en las paredes llenos de cigarros y cuatro
puertas de ingreso.
Los cigarros se clasificaban de a 36, 40 y 48, que era el número
de cigarros que contenía cada cajetilla de forma cilíndrica,
los más corrientes se vendían en manojo, los cuales valían
medio tlaco y los más finos costaba el manojo una cuartilla. El
señor Farías también vendía los cigarros habaneros
de Pedro Murías y Cabañas, valiendo la cajetilla de 12 á16
cigarrillos seis centavos (medio real). La fábrica hacía
una imitación muy semejante en aroma y forma, los cuales costaban
cinco centavos. También fabricaba los llamados "entreactos",
puros pequeños que se fumaban precisamente en los entractos.
Como dato curioso, en la fábrica de "la Concha", se
tuvo la primer bomba contra incendios que hubo en esta ciudad, "era
un cajón de lámina como de medio metro cúbico, dos
válvulas, una absorbente y otra expelente, movida con palancas por
cuatro hombres, con una manguera que se introducía en la fuente
y otra para arrojar el agua". En ese tiempo existía también
la tabaquería "La Fortuna" de Epifanio Franco, establecida
en las calles de La Aduana (hoy Colón), esquina con López
Cotilla; "El Museo" tabaquería de Lucas Barrón,
situada cerca del templo San Juan de Dios y tuvo una sucursal de esta Tabaquería
y fábrica de cerillos, frente al Mercado de Venegas (hoy Corona),
en la parte baja de lo que fue el Hotel del Museo. "El Buen Gusto",
propiedad de Leonardo Sandoval y después pasó a manos de
Gabriel Cruz, este expendio estuvo en la esquina de las antiguas calles
de Jalisco y la Aduana, aquí se vendían cigarros papel arroz,
de lino, de orozuz y de hoja de maíz, la cajetilla valía
por lo general, tres centavos. En la esquina de Hidalgo y Zaragoza, estaba
otra tabaquería pintada toda de verde y oro, propiedad de Carlos
García y se llamaba "Del León de Oro"; "La
Tampiqueña" tabaquería de José Morfín,
"Miravete y Rodríguez" expendio de tabaco que vendían
puros veracruzanos a 10 centavos cada uno. Emilio Villalobos tenía
a "La Mexicana". Enrique Peña atendía la tabaquería
"La Simpatía", ésta se encontraba frente al Mercado
Venegas y "La Paz" del señor Vereo. Los hermanos Guadalupe
y Pascasio Hermosillo, pusieron un despacho de tabacos en el Portal Quemado,
contra esquina del Palacio de Gobierno y se llamaba "La Torre Eiffel";
ahí se vendía puro tabaco importado. Dentro del Mercado Venegas
había un puesto de cigarros de lo más corriente, de la marca
"El Gallito", Ixca Farías en sus "Casos y Cosas de
mis tiempos" nos dice que eran "manojos de cigarrillos envueltos
en cajetillas impresas en rojo y se hizo notable en aquella época,
precisamente por lo malo del cigarro y cuando se pretendía denigrar
a algún fumador, le decían: tú fumas de El Gallito".
El equivalente a esta expresión actualmente sería, "tú
fumas faritos".