A mediados del siglo XVIII, Marcos Flores que pertenecía a la
Tercera Orden de San Francisco tuvo la idea de formar un recogimiento de
mujeres pobres, que por medio de sus trabajos manuales pudieran vivir y
que con el paso del tiempo, se convirtieran de simples beatas en religiosas
conventuales. Así que Marcos les propuso la idea a sus hermanas
y éstas aceptaron su petición de muy buena gana; al poco
tiempo logró que el Ayuntamiento le cediera un terreno desmantelado,
al sur de la ciudad. Dicen por ahí que Marcos trabajaba como maestro
albañil y le servían de ayudantes, sus mismas hermanas. En
1776 Marcos Flores murió, pero dejó muy adelantada la empresa,
puesto que el número de mujeres recogidas aumentó considerablemente.
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En ese mismo año el provisor del Obispado, el señor Larragoiti,
se encargó de amparar el establecimiento, y en el cuidado espiritual
de las beatas, estuvo bajo la batuta del cura Nicolás Chávez.
Miserable y precaria era la existencia de esta comunidad, con decirles
que el médico de la casa aseguraba, que las beatas morían
más de hambre que de enfermedad.
La comunidad estaba a punto de ser disuelta, por hallarse congregada
sin licencia alguna y el padre Chávez al ver esto, les aconsejó
a las beatas, como recurso salvador, que abrieran una escuela de doctrina
cristiana de diversas artes. La escuela quedó abierta y la comunidad
que se encargó de ella tomó el nombre de "Congregación
de Maestras de la Caridad y enseñanza", el sábado 4
de octubre de 1777. Los resultados fueron tales, que el mismo Antonio Alcalde
comenzó a proteger a las congregantes y les obsequió como
regalo de Pascuas, cien pesos, como lo siguió haciendo por varios
años. El padre Chávez fue a México y trajo tornos
para hilar y muchos objetos para las labores del colegio. El número
de novicias se hacía mayor y viendo el señor Alcalde los
buenos resultados que podía dar al público esta institución,
se propuso dotarlo completamente y decidió que el establecimiento
se cambiara a una finca frontera al templo de Nuestra Sra. de Guadalupe.
El Colegio se trasladó el 26 de agosto de 1784 y tomó
el nombre de "Congregación de Nuestra señora de Guadalupe"
o "Beaterio Nuevo", cambiando también sus hábitos
azules de la Orden Franciscana, por uno negro; estando a cargo de las religiosas
de Santa Clara. Esta Congregación fue formada con el fin de dar
refugio "A las mujeres y doncellas que aspiran a menudo a la vida
religiosa, las cuales, o por debilidad de su natural complexión
o por lo avanzado de su edad, o por no sentirse inclinadas a practicar
las asperezas y penitencias corporales, no pueden entrar en las religiosas
en que se les obliga a esto". Y deben ser recibidas no sólo
las vírgenes, sino las viudas legítimamente libres del cuidado
de los hijos; las de edad, con tal de que tengan buen espíritu;
las corporalmente deformes, "si no la tienen en el corazón",
y las enfermas, excepto las atacadas de mal contagioso.
A todo esto también hay que agregar que tenían por ocupación
principal la enseñanza de las niñas. Después del traslado
a su nuevo hogar, las beatas decidieron abrir las doctrinas públicas
el 6 de septiembre de 1784, enseñando el aprendizaje de la doctrina
cristiana, lectura, escritura, algo de aritmética, hacer flores
artificiales, labrados, tejidos de lana, algodón, lino, seda y otras
cosas propias del sexo; en 1791 ya había clases de solfeo y música,
poco después recibió un clave esta institución. Al
paso del tiempo, las labores manuales alcanzaron gran fama por su perfección
en el bordado, las flores artificiales, sus dulces y sobre todo "la
pegadura o buche de pescado". Con la Independencia un gran número
de españoles asustados dejaron antes de huir al aproximarse los
insurgentes a Guadalajara, a sus hijas al cuidado de las beatas como un
seguro asilo.
En 1810 una parte de la antigua "Casa de Recogidas" o "Beaterio
Viejo" (a un costado del templo del Pilar), estaba destinada a cárcel
de mujeres, las cuales pasaron después de un tiempo a la penitenciaría
de Escobedo (hoy Parque de la Revolución). Fue clausurado el Beaterio
el 10 de agosto de 1861, dejando en su historia a más de veinticinco
mil señoritas educadas en los menesteres femeninos. Esta casa de
educación regaló a Guadalajara su mejor legado, "la
educación y servicio". Parece ser que el gobierno vendió
la propiedad del "Beaterio Viejo". Después la ocuparon
las religiosas Reparadoras, posiblemente a principios de este siglo. En
el tiempo de la persecución religiosa del presidente Calles, fueron
expulsadas las monjas; pasada la persecución religiosa se estableció
el Colegio Cervantes de los hermanos Maristas, después por algunos
años el Colegio Allende y actualmente sólo nos queda el recuerdo
de la gran obra formada por el hermano Marcos Flores, perteneciente a la
Tercera Orden de San Francisco y por supuesto a sus hermanas Francisca
de la Concepción, Ana rosalía Flores y María Ignacia
de Guadalupe.