Para iniciar esta historia, hay que remontarnos un poco en el tiempo
y conocer las Primeras Casas Municipales, sede del Ayuntamiento tapatío.
Estas Casas fueron en total cinco, hasta rematar con el bello Palacio Municipal.
El cinco de febrero de 1542, Cristóbal de Oñate nombra
el primer Ayuntamiento de esta ciudad, establecida ya en el Valle de Atemajac.
Un día después de la fundación de la ciudad, el miércoles
15 de febrero del mismo año, el virrey Antonio de Mendoza acompañado
de los españoles que vestían sus mejores galas, colocó
la primera piedra de las Primeras Casas Municipales, las cuales fueron
construidas de "adobe, bajas, de primer suelo, sin tener altos, por
ser el suelo muy seco y sin humedad", como nos narra Alonso de la
Mota y Escobar.
Estas Casas Municipales estaban en el extremo Noreste de la manzana
ocupada actualmente por la iglesia de San Agustín (Morelos y Angela
Peralta); el Gobierno de la ciudad permaneció en este sitio por
18 años. Al trasladarse la Audiencia de Compostela a Guadalajara
y convertirse esta ciudad en la capital del Reino de la Nueva Galicia,
el Ayuntamiento adaptó sus Casas para que ahí funcionara
el Tribunal, el cual inició sus funciones el siete de enero de 1561,
razón por la cual el Ayuntamiento se cambió a un nuevo albergue.
El terreno que ocuparon estas Primeras Casas Municipales, a fines del
siglo pasado, eran propiedad de la señora Pomposa Hernández;
el inmueble fue reedificado y se le conoce como Edificio Camarena. Al cederle
al Tribunal de la Audiencia sus Primeras Casas Municipales, el Ayuntamiento
erigió unas provisionales donde hoy está el Palacio de Gobierno
(mitad norte); aquí permaneció el Gobierno de la Ciudad para
realizarse sus Cabildos y congregar a los Alcaldes Ordinarios, del Iro.
de enero de 1561 al 22 de noviembre de 1655.
Estuvieron también cerca de nueve años en un sitio rentado
(las casas de los Balbuena) porque en el terreno de sus casas pasadas,
se estaba construyendo el Palacio de Gobierno. Las Terceras Casas Municipales
estaban más o menos situadas en la esquina de Morelos y Liceo, donde
hoy está la Plaza de la Liberación; en este lugar estuvo
asentado el Ayuntamiento por 269 años, tres meses y 14 días,
pasando por cosas y problemas, curiosos cotidianos. Esta era una bella
construcción a espaldas de la Catedral, con el título: "Casa
de Cabildo y Ayuntamiento de esta ciudad de Guadalajara, capital del reino
de la Nueva Galicia en América Septentrional que hoy sirve de palacio
y habitación al muy Honorable Sr. José de Burgos, Caballero
de la Orden de Santiago del Consejo de S. M. Coronel de sus reales ejércitos,
Gobernador y Capitán General del Reino de la Nueva Galicia y Presidente
de la Real Audiencia Cancillería del Reino". Era una gran casa,
de dos pisos, señorial y enmarcada puerta principal viendo hacia
el Palacio de Gobierno, sobre esta puerta estaba un balcón que tenía
labrados tres escudos, fue conocido este inmueble como "Casa Señorial
de los Balbuena".
De la Casa de los Balbuena, el Ayuntamiento fue a dar al Palacio Episcopal
el 15 de septiembre de 1915 y permaneció ahí en las Cuartas
Casas Municipales, hasta el 31 de julio de 1948, exceptuando el lapso comprendido
entre marzo de 1922 a enero de 1923, en que fue ocupado el edificio por
las fuerzas constitucionales y el Cabildo se vio obligado a trasladarse
de nueva cuenta a lo que habían sido sus Terceras Casas Municipales.
Este edificio, conocido como ex Arzobispado fue adquirido por el clero
a finales del siglo XVIII y lo reconstruyó totalmente el obispo
Diego Camacho y Avila.
El clero tuvo posesión de este inmueble hasta 1860, cuando lo
ocupó el Ejército Liberal, después el gobernador Y
comandante militar del Estado, general Pedro Ogazón, puso en vigor
la Ley de Nacionalización de Bienes Eclesiásticos, expedida
el 12 y 13 de julio de 1859 y en virtud de ésta, pasó el
edificio a ser propiedad de la nación. En 1863, durante el gobierno
del general José María Arteaga, estuvieron sus oficinas en
este Arzobispo, pero con motivo de la aproximación del ejército
francés (enero 1864), volvió a ser ocupado el edificio por
el clero. Después de muchos problemas, son expulsados en julio de
1914 a la entrada de los revolucionarios a la ciudad, al mando del general
Alvaro Obregón y el inmueble pasó a las nuevas oficinas del
Ayuntamiento.
Antes de la instalación del Ayuntamiento en el edificio, el ex-Arzobispado
fue aseado y desinfectado en su totalidad, durante el mes de febrero de
1915, trabajos a cargo de la Junta Directiva del Consejo Superior de Salubridad.
En los meses subsecuentes se arreglaron las vidrieras, herrajes, chapas
en las puertas, cuatro letrinas y un mingitorio. Se le colocó cemento
en los pisos, etcétera; costando todo esto más de 30 mil
pesos. Una descripción de lo que era este Palacio Episcopal, nos
narra la Villa Gordoa en su "Guía de Guadalajara", nos
dice que "...Una gran puerta dorada con dos columnas de orden sencillo
caprichoso da entrada a este edificio que es de dos pisos y, se compone
de dos departamentos. El primer patio es amplio y rodeado de cuatro corredores
que sostienen veinte columnas de orden jónico, correspondientes
a otras en igual número que forman los cuatro corredores superiores
que pertenecen al orden corintio.
La escalera es de una elegancia notable y de estilo gótico, hallándose
colocado en la pared que la limita un cuadro pintado al óleo que
representa a Ntra. Sra. del Rosario, de buena ejecución. El techo
de la escalera lo forma una airosa linternilla rematada en bóveda...
El segundo patio es un poco más reducido que el anterior y las columnas
de los corredores pertenecen al orden toscano. En el primer piso de este
departamento se encuentra establecido un colegio de infantes dedicado exclusivamente
a enseñar música, canto e instrucción primaria a los
niños que hacen de monaguillos y componen el coro de la Catedral...
Este edificio, fincado donde antes era una casa pequeña y de
mal aspecto, fue construido en el año de 1852 por don Manuel Gómez
y por orden del señor obispo D. Diego Aranda. Su coto fue de 46,
000" (descripción de 1888). Ya en funcionamiento las oficinas
administrativas del Ayuntamiento, hubo varios acondicionamientos y composturas
menores, al paso del tiempo la ciudad y la población crecía
y con ello la demanda de servicios públicos, viéndose obligado
el Ayuntamiento a modernizar sus instalaciones para dar un mejor servicio.
En 1919 se instaló la sección médica que atendía
a los detenidos en la Inspección General de Policía y a los
empleados de las oficinas municipales.
En 1920, se instalaron las oficinas de censos y se amplió el
departamento de Inspección de Bebidas y Comestibles. En marzo de
1922, regresaron a las Terceras Casas Municipales, porque tuvieron algunos
problemas con lo referente a quien era el dueño del ex-Arzobispado,
estuvieron en esas Terceras Casas hasta enero de 1923. En el año
de 1934, se vendieron las antiguas Casas Consistoriales al gobierno del
Estado en 60 mil pesos y el 13 de octubre de 1939, el edificio del ex-Arzobispado
le fue concedido al municipio por el general Lázaro Cárdenas,
Presidente de la República. Una vez que el ayuntamiento tuvo la
seguridad que ya no sería despojado del edificio, hizo una serie
de mejoras materiales, que se inauguraron el Iro. de febrero de 1946, siendo
presidente municipal Marcelino García Barragán. En la ceremonia
de inauguración, se colocó una placa alusiva en el cubo de
la escalera. Estas obras no duraron mucho, pues dos años después,
el inmueble fue demolido para construir el actual Palacio Municipal, Los
trabajos se iniciaron el 23 de agosto de 1948 y desapareció completamente
la construcción el 12 de octubre del mismo año.
Esto motivó que el gobierno de la ciudad tuviera que buscar otro
lugar y se trasladó a una finca situada en la calle de Belén
No. 120. Esta finca estuvo ocupada por el Instituto Politécnico,
dependiente de la Universidad de Guadalajara y fue tomado en la Sesión
del 15 de julio de 1948; estas Quintas Casas Municipales estuvieron en
este edificio del Iro. de agosto de 1948, hasta diciembre de 1952.
A finales de los 40's y principios de los 50's, fue el inicio de la
gran transformación urbana en el centro de nuestra leal ciudad,
Las obras proyectadas estuvieron a cargo del gobierno del Estado y del
ayuntamiento; estas obras incluían la construcción de un
nuevo Palacio Municipal, la Plaza de los Laureles (hoy llamada Guadalajara),
la Rotonda de los Hombres Ilustres, los tan desaparecidos pasajes en la
avenida Juárez, la ampliación de calles, avenidas y calzadas,
principalmente, la avenida Juárez, 16 de septiembre y Alcalde, entre
otras cosas. Para la erección del nuevo Palacio Municipal, se adquirió
un predio que estaba ocupado por el Palacio del ex-arzobispado, el cual
fue afectado en su mayor parte por la ampliación de la avenida Alcalde.
El 29 de junio de 1943, el Presidente Manuel Avila Camacho ordenó
a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público la enajenación
en favor del gobierno del Estado de Jalisco, del predio conocido como ex-arzobispado,
para ser destinado a la construcción de un edificio para el ayuntamiento.
Así que el 23 de agosto de 1948, comenzaron los trabajos de demolición
de dicho edificio y concluyeron el 12 de octubre del mismo año;
trabajos a cargo del ingeniero Felipe de Jesús Arregui Zepeda.
El terreno se convirtió en un solar de 3 mil 304 metros cuadrados,
donde se levantaría 8 mil 894 de construcción para el Palacio
Municipal, valuado por primera vez en 1963 y tenía un precio estimativa
de 10 millones de pesos. El proyecto no se le encomendó a una sola
persona, sino a toda una sociedad, la Sociedad de Ingenieros y Arquitectos
de Guadalajara, A.C. Se le encargó el asesoramiento técnico
de la obra al ingeniero Vicente Mendiola y el dibujo, el trazo y la nivelación,
al Ingeniero Marcelino Rodríguez Orozco. El 20 de octubre de 1948,
dieron principio los trabajos de pavimentación de lo que fue la
mitad oriente de la manzana del ex-arzobispado, y el 23 de mayo de 1949
dio inicio la construcción del palacio, con un presupuesto inicial
de 4 millones 203 mil 895 pesos con 66 centavos.
La cantera se adquirió en la Comunidad Agraria de Atemajac del
Valle, los trabajos de cimentación incluyendo los materiales y la
mano de obra, estuvo a cargo de Estructuras Metálicas de Occidente.
Para marzo de 1950, ya se habían colocado 200 toneladas de estructuras
de fierro. A finales de enero de 1952, se instalaron los balcones y el
dos de diciembre del mismo año, se iniciaron las labores de traslado
del albergue del Cabildo (Belén No. 120) al nuevo Palacio Municipal.
Se inauguró este edificio el 31 de diciembre de 1952, era presidente
municipal Jorge Matute Remus y secretario del ayuntamiento Arnulfo Villaseñor
Saavedra. Sin duda alguna éste ha sido el mejor edificio del Cabildo
Municipal, obra del arquitecto Vicente Mendiola, el cual nos cuenta algo
de la idea e historia del Palacio; "Siempre he visto a este edificio
como una de mis realizaciones más felices... se preguntarán
ustedes por qué esta imagen arcaica tanto mas si recordamos la famosa
teoría del maestro José Villagrán García, que
yo considero que es la "Biblia del arquitecto", que dice que
la construcción de edificios de imagen antigua es arqueología
y a veces reprueba la realización de este tipo de obras.
Pero las razones de que hayamos elegido este estilo de edificio fueron
las siguientes: en primer lugar, en toda la arquitectura mexicana de los
siglos XVI y XVII destacan sobremanera los palacios, templos y conventos.
En los palacios el concepto de patio se albergó en el alma mexicana
profundamente; es el patio de un edificio el que da severidad y produce
la mejor solución de lo que se llama espacio exterior y espacio
interior que son los índices de una buena arquitectura. No se concibe
una buena arquitectura si no se tiene en cuenta un magnífico espacio,
tanto interior como exterior; y solamente se abre paso el sol en estos
edificios monumentales con la realización de un patio. Aceptando
la idea de un patio y, naturalmente, de las cuatro crujías que los
rodean, vino el problema de los elementos formales, es decir, el acervo
arquitectónico formal. Volteando a mi alrededor y contemplando esta
maravillosa ciudad, llena de monumentos en los que predomina el estilo
del siglo XVIII, comprendí que era indispensable mantener un mimetismo
del ambiente de modo que esta obra no se disparara de la imagen tradicional
y bellísima de esta ciudad.
Por eso abordamos el problema con la realización de la forma
auténticamente mexicana, provinciana, con una imagen un poco tradicional,
no exactamente "arqueológica". Debo recordar que algunas
formas del pasado se han mantenido inalteradas a través de tres
o cuatro siglos, porque se han arraigado de modo profundo en la idiosincrasia
mexicana, a nuestras tradiciones, a nuestros gustos. Aunque nuestra arquitectura
siempre influenciada por los europeos, vino la gran dicha de que esta forma
en nuestro país se adaptase y adquiriese una imagen plenamente mexicana.
Si ustedes analizan las expresiones barrocas de los siglos XVII y XVIII
verán que nuestro país tiene la gran virtud de lograr una
imagen de arquitectura local; cada ciudad, cada región de nuestro
país tiene un patrón distinto, no podemos confundir el barroco
de Guanajuato con el de Puebla, con el de San Luis Potosí o con
el de Guadalajara, todos ellos valiosos, todos ellos diferentes. Existen
algunos elementos del acervo local que fueron los que empleé en
este Palacio, aquellos que forman una imagen típicamente tapatía;
en primer lugar el patio; en segundo lugar el peristilo corredor con portales
alrededor; en tercero los arcos de medio punto, semicirculares, con arquivolta
e imposta; en cuarto lugar, la columna. La columna toscana de Guadalajara
es distinta a todas las columnas toscanas del mundo entero. Nuestra columna
no tiene gálico, es decir la curvatura que ha presentado la columna
desde la remota Grecia hasta el Renacimiento; la columna tapatía
es un cilindro enteramente vertical, pero sus capiteles forman parte siempre
la expresión más pura de las formas clásicas.
Otro de los elementos francamente tapatíos es la columna de esquina,
columna que no carga nada. Son realmente guadracantones. Vi con ojos de
admiración esa columna que protege la esquina de los viejos edificios
de Guadalajara y, por lo tanto, forman parte de la historia de la arquitectura
jalisciense. Un elemento mas fueron los remates de las ventas, que son
idénticos a los del Palacio de Gobierno. Era necesario mantener
la unidad de formas y nada mejor para lograrlo que esos remates bellísimos.
Después tenemos la obra de herrería, de hierros forjados,
de hierros sencillos pero en una plantilla del siglo XVIII que, además
de protección encantadora, fueron elementos que dieron sobriedad.
Como puede verse, el Palacio Municipal fue producto en primer lugar de
una tradición de formas clásicas y barrocas desde el siglo
XVII y XVIII, adquiridas por nuestro país, pero actualizadas a las
necesidades de este siglo... creímos que en este palacio tendríamos
oportunidad o necesidad de emplear aquellas formas ya consagradas por el
tiempo y expresarlas con dignidad.
Esto, en pocas palabras, puede ser la explicación de por qué
el aspecto arcáico que, gracias a Dios, se ha integrado profundamente
a la vida jalisciense... este trabajo funcionó, seguirá siendo
por los años y los siglos de los siglos, un estilo del cual, nadie
sabrá cuándo se realizó que gustará siempre,
integrado a la imagen auténticamente jalisciense. (sic) Tomado del
libro "Guadalajara: Sus Adobes y Canteras Recordables" de Gregorio
González Cabral.