La iglesia de San Sebastián de Analco es una de las más
antiguas de esta ciudad, ya que la primera referencia histórica
en que se nombra, data de 1560: "El 10 de diciembre de 1560 se notaba
inusitado movimiento en la ciudad de Guadalajara de Indias, perteneciente
al Reino de Nueva Galicia.
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La multitud se encaminaba con premura al oeste de la población,
dejando a su derecha la Ermita de San Sebastián, para ir al encuentro
de los oidores, alcaldes mayores que venían a instalar la Audiencia
Real".
La construcción del templo era sencilla, de adobe, techo de zacate
y tenía una imagen de San Sebastián Mártir, de la
cual se dice que sudó sangre el Miércoles de Ceniza de 1609.
En 1696, por instancias del obispo Juan de Santiago, se logró la
autorización real para ampliar la ermita, trabajos que se llevaron
a cabo el siguiente año; la ermita se agrandó hasta formar
una nave central con dos capillas laterales que cruzan al centro.
En el templo actual está una placa conmemorativa que dice:
"AQUÍ ESTUVO LA ERMITA DE SAN SEBASTIÁN MÁRTIR
HASTA LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVII EN QUE DIO PRINCIPIO LA CONSTRUCCIÓN
ACTUAL",
Terminando el siglo pasado, se construyó la Casa de Ejercicios al
costado oriente al templo, esta casa tenía dos departamentos, uno
conocido como del Divino Salvador y el otro de San Felipe, tenía
16 celdas, refectorios y los servicios indispensables para las personas
que hacían sus ejercicios espirituales por varios días. También
se construyó un pequeño patio muy hermoso, circundado por
una arquería barroca, la cual originalmente estuvo en el antiguo
convento de Santa Mónica; esta arquería era popularmente
conocida como "Patio de los Angeles", nombre que adquirió
por una leyenda del siglo XVlll.
Cuentan que cuando se construía el templo y convento de Santa
Mónica, un día de esos se presentó un grupo de jóvenes
para ofrecer sus servicios en los trabajos de labrado de canteras y las
monjas aceptaron el ofrecimiento; así que comenzaron a esculpir
las columnas y los arcos del patio monacal, labraban con maestría
y rapidez que hasta gusto daba verlos. Cuando la obra estuvo terminada
se buscó a los jóvenes canteros para pagarles por su excelente
trabajo, pero no fue posible encontrarlos por ningún lado, la gente
no pudo dar noticias ni de su paradero ni de su procedencia; y lógicamente
que las monjas le atribuyeron la construcción a los mismísimos
ángeles, de aquí el nombre que ostenta hoy. Fray Luis de
Palacio nos describe algo de como era este patio: "El patio del claustro
principal, aunque de obra tosca y proporciones bastas, chaparronas, era
bien proporcionado y hermoso por la exhuberancia del ornato lapídeo.
Le decían "el patio de los Angeles", porque al querer
pagar a los operarios, ninguno apareció más... Los techos
en la parte baja eran también bajos, pero magníficos, con
la viguería montada en canecillos y solera con molduras; cuya parte
baja era tristona y sombría. Hoy todo quedó asolado, para
dar lugar al nuevo y moderno edificio del Seminario Conciliar. Los pilares
y arcos historiados fueron a dar a San Sebastián de Analco, aunque
ya no los montaron en forma de claustro, sino en partes, acá y acullá.
El presbítero J. Jesús Jiménez nos dice que: "No
era una construcción majestuosa, sino más bien basta y chaparra.
El aspecto, por lo bajo de los techos, era sombrío.
Mas le daba hermosura al edificio, el claustro bajo, con su profusión
de adornos en la cantería de los arcos, las columnas estriadas con
hermosos capiteles corintios y la viguería del techo "montada
en canecillo y solera con moldura". Se le llamaba a este conjunto
Patio de los Angeles, no por lo hermoso y bien trazado, sino porque existió
la tradición de que a los jóvenes que lo construyeron, al
irles a pagar lo debido por su trabajo, encontraron que habían desaparecido.
Estos arcos y columnas del claustro bajo, al derribarse totalmente el convento,
se trasladaron a una dependencia de San Sebastián de Analco.
Cuando se clausura el convento de Santa Mónica, quedó
abandonado por muchos años y la arquería estuvo a punto de
quedar destruida, pero gracias a la intervención del sacerdote Salvador
Morales, quien fue el constructor principal de la Casa de Ejercicios del
templo de San Sebastián, la arquería y las columnas fueron
desmontadas y las trasladaron a dicho templo donde fueron reinstaladas.
Por varios años esta construcción, estaba mal utilizada y
medio abandonada, este local fue destinado primeramente para sede del Museo
de la Ciudad, pero este proyecto se vino abajo; un tiempo este patio sirvió
de galería para exposiciones de artes plásticas y eventos
culturales.
Después de muchas gestiones, esfuerzos y papeleos, el licenciado
Alfonso de Alba quien fundó el Colegio de Jalisco, obtuvo el edificio
para que ahí fuera la sede del colegio; lo restauró y respetó
el bello Patio de los Angeles. Cuando las explosiones del 22 de abril de
1992 en el Sector Reforma, este patio se convirtió en uno de los
albergues para los muchos damnificados. Por fortuna se ha revivido y conservado
el viejo nombre de Patio de los Angeles, arcos y pilares de un viejo convento,
que hoy contemplan la historia y la vida de la gente tapatía.