Nos cuenta José Muriá en el prólogo del libro
"Documento sobre la Alhóndiga de Guadalajara" del recopilador
Luis Chávez Orozco que: "El termino "Alhóndiga"
es familiar a muchísimos mexicanos en virtud del relevante papel
que la historiografía "patria" asigna a la gesta realizada
por Miguel Hidalgo y Costilla, el 28 de septiembre de 1810, cuando tomó
por asalto, gracias a la eficaz colaboración del minero Juan José
Martínez, "El Pípila", aquel sólido y majestuoso
edificio del barrio de Granaditas de la ciudad de Guanajuato, donde se
había hecho fuerte lo más granado de su oligarquía.
Es una palabra de origen árabe al fondaq (la fonda o la hostería)-
aunque se refiere también a ciertos almacenes que el fisco de los
musulmanes había establecido en las grandes poblaciones de éstos,
a efecto de proceder, entre otras cosas, a la venta de trigo. En el mundo
cristiano se difundieron cuando los comerciantes catalanes abarcaron prácticamente
todo el mar Mediterráneo, almacenando sus mercaderías en
los alfondics que tenían dispuestos en sus puertos".
Al paso del tiempo se hicieron alhóndigas en las ciudades y poblados
españoles, de donde se tomó el modelo para construir en la
capital de la Nueva España la primera, entre los años de
1573 y 1578, el virrey Martín Enríquez expidió las
ordenanzas para que se rigiera su funcionamiento, las cuales sirvieron
para las que se establecieron posteriormente en otras ciudades del país.
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En términos generales aquí en América, las alhóndigas
eran los almacenes donde la gente podía guardar sus granos de maíz
o trigo por un tiempo no mayor de 20 días; también servían
para regular el precio, como controles de producción, etc.
Este establecimiento destinado al almacenaje y venta de cereales en Guadalajara,
fue fundado en 1662 por el Presidente Antonio Alvarez Castro; primero estuvo
en servicio en el Palacio Municipal, después se pasó a otra
finca rentada y finalmente a un edificio propio en la Calle Alhóndiga
(hoy Pino Suárez), entre San Felipe y Juan Manuel.
En este local estuvo haya el 9 de mayo por decreto de la Legislatura, pasando
sus bienes al Cuerpo Municipal. Juan B. Iguiniz nos informa que: "Se
sostenía con los productos del derecho de Alhóndiga, que
era medio real por cada carga de trigo, salvo para los labradores de los
contornos, que solo pagaban un real por la de harina".
Hubo varias quejas sobre la Alhóndiga, pues según decían
"era insuficiente para almacenar la cantidad de granos que requería
la ciudad para garantizarse en contra de las escaseses, y sobre todo por
la constante humedad que destruía o descomponía enormes cantidades
de grano, con gravísimo detrimento de los intereses de la ciudad
y de la salud de sus habitantes"... Por lo anterior, existen un documento
en el Archivo General de la Nación fechado el 7 de agosto de 1797,
donde se nos norma que varios de los personajes más importantes
de la vida económica ce la ciudad tapatía, le proponen al
gobernador Jacobo Ugarte, y Loyola, el proyecto de la construcción
de una nueva Alhóndiga en el lugar que ocupaba el hospital viejo
de Belén. Cuando la Alhóndiga dejó de funcionar, el
edificio se utilizó para albergar la Escuela de Artes y Oficios
en 1841
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