Durante la época Colonial, en el lugar donde está situada
esta casa había una finca muy sencilla donde Mariano Valdés
Tellez Girón estableció en 1973, la primera imprenta de la
Nueva Galicia y donde se imprimió el primer periódico independiente
de México en 1810, llamado "El Despertador Americano",
así como su contraparte realista "El Telégrafo de Guadalajara",
al parecer la primera publicación que salió de esta imprenta
fue "Elogios Fúnebres" dedicado a la memoria de Antonio
Alcalde.
Pasado un tiempo la familia Flores adquirió este solar y le encomendó
al arq. Arnulfo Villaseñor el proyecto y ejecución de una
casa "a todo dar", así como la erección de un mausoleo
en el panteón de Mezquitán. Se comienza la fábrica
y se logra una edificación muy al estilo neoclásico, luciendo
su bella fachada de cantera labrada, elegante frontis central, de dos pisos,
vistosas ventanas en los dos niveles y rematando en la parte alta dos pointers
en actitud vigilante que velan día y noche al inmueble; quienes
son los que le dan nombre a esta casa (estos perros fueron pedidos desde
Nueva York). Ahí vivieron felices el señor Jesús Flores
y Ana González de Flores.
Por la década de los cincuenta se amplio la Av. alcalde y la
casa de los perros fue mutilada; perdió gran parte de sus habitaciones
principales, pero se respetó su fachada colocándola en lo
que quedo de la casa.
En esta casa ha nacido una de las más interesantes leyendas de
nuestra ciudad y te las voy a contar brevemente mi querido lector: "Resulta
que don Jesús y doña Ana estaban de viaje en Europa, pero
en el regreso, las aguas del Oceano Atlántico estuvieron a un pelo
de comerse al barco en que venían.
Como la muerte estaba en el aire, el matrimonio hizo un sagrado juramento,
el sobreviviente rezaría cada año en el aniversario del suceso
nueve rosarios. Pero ninguno de los dos murió en esa fea aventura.
Algunos meses después murió Jesús y su viuda lo enterró
en el mausoleo, pero nunca cumplió el compromiso pactado. Ana ni
tarda ni perezosa se caso por segunda vez, el turno le toco a José
Cuervo y siguieron felices habitando la casa de los perros.
El tiempo siguió su curso y la voz popular corrió de boca
en boca por varias generaciones, diciendo que la casa de los perros sería
dada a la persona que rece los nueve rosarios a las doce de la noche, encerrada
en la fúnebre capilla del panteón. Dicen que muchos intentaron
este reto, pero murieron de terror al escuchar las ánimas contestarles
a sus rezos. Esta casa duro algún tiempo ocupada por un restaurante
y cuando cerro sus puertas, el inmueble vivió en completo abandono
dando un aspecto lastimero y tétrico.
Después de sufrir actos vandálicos en 1990, apareció
el dueño como por arte de magia e hizo circo, maroma y teatro para
que se calmaran las cosas en la casa de "su propiedad". El ayuntamiento
compró este inmueble en 1.7 millones de nuevos pesos y se destinó
para la creación del "Museo Nacional del periodismo y/o la
impresión" desde el 11 de agosto de 1994.