Al fundarse la ciudad de Guadalajara, las personas comenzaron a edificar
sus casas y pusieron empeño en levantar una iglesia ; comenzó
la fábrica y se logró una "iglesia chica" con sus
paredes de adobe, techo de paja, piso de tierra y sin campana. Dicha iglesia
tomo el nombre de San Miguel Arcángel, en memoria y agradecimiento
a la ayuda que les prestó a los españoles en la guerra llamada
del Mixtón, en la cual estuvieron a punto de morir. Esta primera
catedral se localizaba donde hoy se encuentra el Palacio de Justicia (a
un costado del Teatro degollado), el 30 de mayo de 1574 se incendió
y al tiempo la volvieron a reconstruir ; su primer párroco fue el
bachiller Bartolomé de Estrada y le siguió, el 29 de enero
de 1543 el bachiller Luis Lorenzo, nombrado por el Ayuntamiento de la ciudad.
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Por aquellos tiempos el rey de España Carlos V, tenía
la costumbre de enviar objetos para el culto a los pueblos conquistados
de Indias, como cálices, ornamentos, imágenes, harina para
hacer hostias, aceites para las lámparas, cera y vino para la celebración
de las misas.
Así que en 1548, regaló a esta ciudad cuatro imágenes
de la Madre de Dios, todas del mismo tamaño, esculpidas en madera,
con el Niño Jesús en los brazos y con la advocación
del Rosario o Santa María de Jesús como le llamaban es España.
Las recibieron los frailes de San Francisco y se quedaron con dos imágenes,
una la enviaron a Poncitlán y la otra se la dieron a los fundadores
de Guadalajara, quienes la colocaron en la Iglesia de San Miguel, la cual
adquirió mucho cariño y devoción por parte de los
vecinos.
El 31 de julio de 1561, fray Pedro de Ayala colocó la primera
piedra de la actual Catedral y el 19 de febrero de 1618, se consagró
"aunque sin el adorno conveniente y sin las torres" ; en esa
misma fecha se trasladó con mucha solemnidad el Santísimo
Sacramento y a Nuestra Señora de la Rosa de la antigua iglesia de
San Miguel. Esta Virgen tenía en su mano derecha un ramillete de
rosas de lienzo, por esa razón se le impuso el título de
Señora de la Rosa. Un devoto de la Virgen, Nicolas de Salazar Cerfate,
le colocó una lámpara de plata para que siempre alumbrara
a la imagen ; decían que : "aparecía la Virgen ataviada
con ricas vestimentas de tisú o de los más rico, muy galoneadas,
con gran cauda, con ancho resplandor y el manto muy tendido y ancho como
mariposa", tenía un peto adornado con piedras preciosas, regalado
por el obispo Francisco de San Buenaventura Martínez de Tejada y
Diez de Velasco ; lucia un collar de oro con 137 brillantes, donado por
el canónigo y tesorero de la catedral, Gabriel Leñero.
Ostentaba también un collar de esmeraldas el Niño, y
la Virgen de la Rosa sostenía un rosario de oro y perlas finas,
media luna y peana de plata. Para el novenario en mayo de 1761, el canónigo
Salvador Jiménez Espinoza de los Monteros, le obsequió a
Nuestra Señora una corona de oro que pesaba "diez castellanos
de oro", la cual tenia adosados cuatrocientos quince brillantes, trescientas
ochenta y dos esmeraldas, veintiséis rubíes, un topacio y
una amatista. El mismo señor Jiménez proporcionó el
marco del nicho, repisa y gotera de plata, candil, lámpara de plata,
arbotantes para las velas y un atril también de plata.
Como ya se imaginarán, semejante riqueza estaba en ojos de los
ladrones y cuentan las viejas crónicas "que el año de
1818, un ladrón quiso robar las joyas de Nuestra Señora de
la Rosa y para esto, se aprovecho la oscuridad de la noche y cuando la
iglesia catedral estaba ya cerrada, subió al altar y forzando la
puerta del nicho desprendió las alhajas y la corona del Niño
Jesús. Cuando iba a quitar las joyas a la Virgen, se dice que oyó
una voz que le dijo : "A mi, si, a mi madre no". Al mismo tiempo,
sintió la mano del Niño que fuertemente lo detenía.
Desmayado y sin sentido, cayó al suelo y al encontrarlo, al siguiente
día, el sacristán mayor y los sirvientes de la catedral,
habiendo confesado este suceso, fue entregado en manos de la Real Audiencia.
En 1827, se quitaron los colaterales de madera para sustituirlos por altares
de cantera y fue aquí, donde Nuestra Señora de la Rosa ocupó
un nuevo altar, al fondo de la nave del lado del evangelio (entrando del
lado izquierdo), donde aún se encuentra.
A mediados del siglo pasado, el canónigo de Catedral, Gutiérrez
Guevara "con feliz acuerdo quiso que apareciese a la vista del mundo
ilustrado la talla espléndida despojándola de los atavíos
pésimo gusto que (a la santa imagen) le habían parado tan
estropeada, y el pueblo dijo : "es otra" y no ha vuelto a hacer
más caso de ella, decayendo desde entonces la gran devoción
que le profesaba todo Guadalajara". El altar es del orden jónico,
en la mano izquierda de la Virgen trae agarrado entre sus dedos una rosa
y en el brazo derecho carga al Niño Jesús ; las dos imágenes
tiene grandes coronas con rosas, cuelga un gran rosario de la mano izquierda
y la tela del fondo es de color azul semi claro. Custodian a la imagen
que está dentro de la vitrina, dos figuras, la de San Joaquín
y la de Santa Ana ; es muy común ver sobre su altar algún
retablo que la gente creyente le coloca por favores recibidos o por algún
milagro que ella les concedió. En abril de 1993, la zona donde esta
la Virgen se tapó con unas paredes de madera, porque se remodeló
junto con el altar principal de la catedral ; quitaron las paredes de madera
en octubre del mismo año.