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Un
Patrono contra Hormigas y Alacranes
Nos cuenta Arturo Chávez Hayhoe : "Sufría Guadalajara
en las postrimerías del siglo XVI gran invasión y plaga de
hormigas ( y alacranes) que traían al vecindario con desazón
y grima. Nada se escapa de su malicia y destrucción ; árboles
y fruto en los huertos, plantas y flores en los jardines, legumbres y hortalizas
en los cultivos, sembradíos en los ejidos, pasturas en las cuadras,
semillas en los graneros, cocinas y despensas en los hogares : todo era
invadido, asaltado, robado y destruido por las hormigas".
¡Qué contarles de los alacranes !. Cuentan que era tal la
cantidad que "en lugar de pisarles las piedras, se pisaban alacranes",
esto ocasionó que muchos niños y jóvenes murieran
a causa de su picadura. A estas plagas se les combatió de mil maneras
pero sin resultado alguno, en todo lo que hacían el fracaso fue
completo.Nos cuenta el Dr. S. Fernández en su "Cosas de antaño",
un remedio contra el piquete de alacrán en esos tiempos, nos dice
que : "Cuando a un individuo le picaba un alacrán, era llamada
la curandera, que era ordinariamente una vieja que conocía las propiedades
medicinales de algunas yerbas.
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Llegaba la buena señora y ponía a confeccionar una gran
taza de chocolate, luego que soltaba el primer hervor, ponía, envuelto
en un pedazo de lienzo muy limpio, una porción de excremento humano,
amarraba aquello con un hilo y lo introducía en el chocolate ; en
donde hervía durante cinco minutos, al cabo de los cuales sacaba
el "muñeco" y daba al enfermo la bebidita. Esta operación
se repetía tres veces en las veinticuatro horas, en los casos graves.
El remedio era infalible y según cuentan las crónicas de
aquel tiempo, fue tanta la demanda que tuvo el ingrediente, que no le bastaba
a la curandera la autoproducción, sino que fue necesario recurrir
a la de sus hijos...". Las plagas se hicieron intolerables y por esa
razón, el 6 de agosto de 1605, los habitantes tapatíos pidieron
que se eligiera a un santo abogado contra esos males.
Así que el ilustrísimo señor Alonso de la Mota
Escobar convocó una junta de vecinos para elegir a ese santo protector,
pero se armó toda una algarabía, cada persona quería
que el santo que ella eligió fuera el encargado ; después
de muchos gritos, peleas , riñas y problemas, el obispo propuso
la siguiente solución : "En determinado plazo, debían
de presentar (bajo sobre cerrado) el nombre de los santos, y por suerte
se elegiría aquel que debía ser patrono de la ciudad (contra
la plaga reinante).
El 11 de noviembre, después de haber celebrado una misa para implorar
el auxilio del Espíritu Santo, se reunieron los vecinos en la casa
episcopal, se echaron las suertes y resultó agraciado San Martín
Obispo. Este santo fue recibido por abogado e intercesor y la gente juró
guardar su fiesta y erigir una capilla para su culto. San Martín
Obispo cumplió muy bien, ya que en poco tiempo la ciudad se vio
libre de estos animales ; el arquitecto Martín Casillas, quien fue
el que inicio la construcción de la catedral, construyó un
altar para que se le diera el culto conforma la promesa que población
tapatía le había hecho al santo.
Todos los días 11 de noviembre, día en que se conmemora la
iglesia de San Martín Obispo, se celebran las funciones de culto.
El tiempo pasó y la promesa, el fervor y el culto se olvidó,
"pues para 1690 ya estaba casi olvidado San Martín, su fiesta
descuidada y de su patrocinio pocos de acordaban". El Dr. S. Fernández
nos sigue contando con su sabrosa narrativa que : "Dicen que San Martín,
enojado con los olvidadizos se acercó con su Divina Majestad y le
pidió castigara a los tapatíos, pero el señor, que
es toda bondad y misericordia, le contestó : Mira Martinillo, no
seas de tan pocas pulgas, acuérdate que son humanos y como humanos,
frágiles y olvidadizos, recuérdales sus obligaciones de alguna
manera y si no vuelven sobre sus pasos, quedan como estaban".
Cuentan las crónicas de aquellos tiempos, que como primer requerimientos,
hubo un eclipse total de sol a las ocho de la mañana, en el que
el sol se apagó, la tierra se oscureció, las estrellas brillaron,
los gallos cantaron y los habitantes de Guadalajara se llevaron un susto.
Hubo derrames biliosos, pero los asustados, pasado el soponcio, pusieron
oídos sordos...si te vi, no me acuerdo.
Viendo el santo que nada le había el primer cobro, vino el segundo,
consistente en la plaga de chahuistle,, que apareció por primera
vez en los trigos, pero como la mayor parte no tenía trigales y
los más comían tortillas, les importó un bledo la
plaguita ; siguieron en la suya y más obsesionados que nunca. Entonces,
San Martín, indignado de tanta vaquetonada, determinó en
no protegerlos ya contra las plagas, sino que volvieran al mismo estado
que antes : volvieron las arrieras a talar las sementeras y los árboles
frutales ; los alacranes se multiplicaron y recobraron su ponzoñosa
actividad.
Duró el olvido de la promesa hecha durante 27 años, hasta
que en tiempos del Ilustrísimo Fray Manuel de Mimbela, por los años
de 1716, se restableció el culto, se mandó guardar la fiesta
y se volvieron a solemnizar conforme la obligación. Don Martín
Figueroa, gran devoto del santo, fue quien recordó al señor
Mimbela la obligación y patronato.
El señor obispo Mimbela conjuró a los alacranes y las hormigas.
Desde luego se notó que la virulencia de los alacranes disminuía
de tal suerte, que solo mataban a los niños que mamaban pero a los
que ya comían sólitos, cuando les picaba algún animalito,
se quedaban tan frescos como si tomaran un sorbete. Las arrieras, aunque
se multiplicaban y hasta la fecha siguen y seguirá, haciendo el
mismo negocio, no devastaban ya las cementeras ni a nadie le seguían
perjudicando. Solo por no olvidar la costumbre, seguían cargando
con todo lo que podían, pero esto eran hojas de algunas plantas,
pétalos de flores, cosas que más sirven para hermosear y
halagar la vista, que para utilidad del hombre".
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