La
Dama Enlutada
A principios del siglo XIX, los habitantes de la tranquila Guadalajara
se quedaron pasmados por un suceso tan increíble, que les heló
la sangre. Esto comenzó a ocurrir entre las diez y las once de la
noche, según contaban algunos serenos y otras personas que juraron
verla. Decían que de la puerta principal de catedral, una esbelta
mujer iniciaba su caminata rumbo al norte de la ciudad, a pesar de la tenue
luz que despedían los escasos faroles, dejaba percibir su andar
garboso y elegante, con una silueta que, aunque cubierta con un elegante
ropaje negro, denotaba su bien formado cuerpo, alto y proporcionado. |
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No faltó el noctámbulo, guardián o sereno, que
extasiado por el porte y figura de esa dama (sin importar lo impropio de
la hora), la comenzara a seguir a una prudente distancia admirándola,
a pesar de los piropos y galanteos, la mujer hacía caso omiso continuando
con su ondulante y provocativo caminar.
En cuanto llegaba frente al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe,
atravesaba la calle y se esfumaba perdiéndose quien sabe como y
donde, al llegar frente al viejo templo.
"Se decía que fueron varias las personas que, después
del perseguimiento, habían llegado a nivel de su andar y al tratar
de lanzarle la palabra tanto galante como llena de extrañeza, caían
sin conocimiento o totalmente muertas, cuando la dama enlutada volteaba
el rostro cubierta con rica, luctuosa y transparente mantilla, pero mostrando
una calavera de equino, a la vez que lanzaba un cimbrante grito, a manera
de relinchido". .
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