Cementerios Tapatíos



El enterrar a los muertos es uno de los primeros actos de civilización del hombre; se comenzó colocándolos en grutas, hoyos y fosas naturales. Y conforme pasó el tiempo nacieron los terrenos para albergar a los cuerpos sin vida, llamados cementerios o panteones.
El primer cementerio en nuestra ciudad, se localizaba en los terrenos que hoy ocupa el Palacio de Justicia. También hay que tomar en cuenta que los indígenas tenían los suyos, muchos antes de la llegada de los españoles. Con el advenimiento del cristianismo, los panteones nacieron a las afueras de los templos y conventos. En el siglo XIX, la gente tapatía se caracterizaba por su enorme fervor religioso, cuidaban con todo detalle que no le faltaran atenciones a sus muertos.

Los funerales se llevaban al cabo esencialmente con rezos destinados a pedirle al Creador que lo tuviera en su gloria, estas oraciones se prolongaban desde el velatorio hasta la inhumación.Los entierros se efectuaban por la mañana y la procesión se distinguía mucho, ya que adelante iban los hombres y detrás las mujeres; la memoria del difunto se renovaba al año siguiente y se le recordaba todos los días durante el sacrificio de la misa.
Las costumbres de esa época disponían que en caso de que no hubiese dinero suficiente para el pago de los funerales y los herederos no lo aportaran de lo suyo, los albaceas debían de promover la venta de los bienes muebles y si no alcanzaran éstos, la de los inmuebles con intervención de los herederos..

Si se daba el caso de que el difunto no hubiese dejado ninguna clase de bienes, los gastos funerarios corrían a cargo de la Beneficencia Pública o del Gobierno Estatal, sobre todo si el difunto era una persona de revelancia y trascendencia para la comunidad tapatía.

En ese tiempo se tenía la costumbre de enterrar a los muertos en un lugar "sagrado" para tenerlos cerca del Creador; estos lugares eran los atrios y el interior de las iglesias. Todas las parroquias tenían sus respectivos "cementerios", pero la gran mayoría de tapatíos tenían una predilección por la iglesia y convento de San Francisco; por el "cementerio de la catedral", que se ubica donde actualmente está constituido el Sagrario y por el "cementerio de Guadalupe", al lado poniente del santuario.
Este último fue construido ante la imposibilidad de seguir dando albergue a las sepulturas en su interior, ya que estaba completamente lleno con 164 sepulcros para adultos construidos bajo sus lozas, sin contar un gran numero de éstos dedicados a los niños.

Al paso de algún tiempo, las autoridades eclesiásticas, quienes tenían la jurisdicción y control de los trámites para las inhumaciones, consideraron que el sepultar los cadáveres en el interior de las iglesias era "indecente a la grandeza del Ser Supremo" y muy impropia por ser lugares bastante concurridos, ya que los cadáveres eran considerados como fuente de infección en los procesos de putrefacción.



Los que comenzaron a apoyar estas proposiciones fueron Fray Antonio Alcalde y Juan Ruiz de Cabañas, ya que decían que estos panteones o cementerios deberían estar ubicados en las afueras de la población. Así que las autoridades civiles por medio de la Junta Auxiliar de Gobierno comenzó la construcción de cementerios fuera de la ciudad. Consumada la Independencia, Guadalajara vio nacer el panteón Los Angeles, edificado bajo la supervisión de los religiosos del convento de San Francisco; este panteón estaba ubicado en el predio donde hoy está la antigua central, fue puesto al servicio público el dos de noviembre de 1829. Un panteón de menos dimensiones fue construido en donde actualmente están las calles de Escobedo y Epigmenio González; este panteón se llamaba de Guadalupe y tenía su entrada principal sobre la calle Escobedo antes llamada "calle del Cementerio". En la primera mitad del siglo XIX aparece otro panteón, en los terrenos donde hoy se localiza el Mercado Corona. En 1830 se construyó el Panteón de Mexicaltzingo o de Agua Escondida (hecho por particulares), hoy es el barrio de San Antonio. En 1848 abre sus puertas el panteón de Belén o Santa Paula y es clausurado en 1896. El dos de noviembre de 1896 es puesto en servicio el Panteón Mezquitán y de aquí en adelante los cementerios se fueron multiplicando, tanto particulares como municipales para el servicio de los tapatíos.



 


 
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