Reliquias Humanas.



Vieja costumbre entre los grandes e importantes neogallegos fue, que al otorgar sus disposiciones testamentarias, después de hacer profesión solemne de fe, ordenar que su cuerpo se inhumara, que se le amortajara con algún hábito, que fuera tendido en el suelo y varios encargos más que variaban según el testador.
Algunos eran embalsamados y se les sepultaba en determinada población (por disposición), también algunas veces dejaban repartido su cuerpo en varios sitios, por ejemplo: los ojos en el lugar donde vieron por primera vez la luz, el corazón en el lugar donde habían tenido una impresión sentimental, etc.
En lo que respecta a los obispos de nuestra ciudad, aunque en sus testamentos no hubiera ninguna indicación, siempre se procuró que durante el proceso de embalsamiento se recogieran la sangre, el corazón, entrañas y ojos, para depositarlos en varios lugares que eran elegidos por el Venerable Cabildo Diocesano.

Todas estas disposiciones respecto a la muerte de inscritas en la cartilla más antigua del coro de catedral, y es muy posible que date del siglo XVIII.
Es muy interesante este documento, pero sólo mencionaré los puntos más importantes de este manuscrito:
"Con presencia del testamento del difunto y con arreglo a su última voluntad, se comenzaron a dar las disposiciones correspondientes para el entierro en la forma siguiente: reconoceran el cadáver los médicos, y hallándolo sin señal alguna de vida, lo entregarán a los cirujanos para que procedan a embalsamarlo en el oratorio privado, con la decencia posible". "Las entrañas y el corazón se colocarán en botes de plomo cerrados y cubiertos con tafetanes morados, los conducirán clérigos en un coche tirado por seis mulas y rodeado por los criados del difunto, con hachas encendidas. Se seguirán otros coches en que vayan los familiares y en la puerta de la iglesia los esperará el cura de ella, procedido de cruz y de todo el cuerpo de la parroquia, quien los recibirá, cantará el primer responso y enterrarán, haciendo el oficio de sepultura, cuyo acto concluido que sea, se restituirá la familia con el mismo orden que fue".

En algunos templos de esta ciudad se encuentran nichos empotrados en los muros, que contienen estos despojos humanos, que para muchos de nosotros pasan inadvertidos; como en el caso del obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas (obispo de 1796-1824), que lo sepultaron en la Capilla de San Francisco Javier del desaparecido Colegio Clerical, junto al templo de la Soledad (hoy la Rotonda). Las vísceras quedaron en Nochistlán donde falleció y se encontraban en la capilla de la Estancia de los Delgadillos, su corazón está depositado en el templo del Sagrado Corazón de Jesús en la ranchería "El Santuario", muy cerca de Mexticacán. En la Iglesia de Santa Mónica, en el coro alto, está en un vaso el corazón del prelado José Miguel Gordoa (1831-1832); los restos de la madre Sor María Manuela de la Presentación, ínclita del apostólico Colegio de María Santísima de Zapopan.

En el templo de San Diego estuvieron en un vaso, sangre de Cabañas y parte de las vísceras del también obispo Juan Leandro Gómez de Parada Valdez (1736-1751), éstas se encontraban en unos nichos que se rompieron y tuvieron que ser retirados.
Hace algunos años en la sacristía de la iglesia de San Felipe, se encontraba el cráneo de Nicolás Carlos Gómez de Cervantes y Velázquez de la Cadena (1727-1724); en el templo de Santa Teresa está guardada la lengua de Fray Antonio Alcalde (1771-1792), también existió un botecito que contenía el corazón de Juan de Santiago y León Garabito (1678-1694), así como las entrañas de Fray Felipe Galindo Chávez y Pineda (1696-1702).
En el Santuario del Señor San José está el corazón del arzobispo Jacinto López y Romo (3 de marzo al 31 de diciembre de 1900), reliquia que se podía ver a través del vidrio de un nicho pequeño, pero ahora ya no está el cristal, sino una pequeña placa de mármol escrita en latín, esta reliquia se encuentra al lado derecho del altar.
También en este templo se encuentran los restos del monseñor Emmanuel Diéguez, fundador de la congregación mariana.

Bajo el altar de catedral, descansan los restos del cardenal José Garibi Rivera (1936-1970) y de José Salazar López (1970-1987); también dentro de la Catedral en la Capilla del Santísimo, están inhumados Francisco Orozco Jiménez (1913-1936), Pedro Loza y Pardavé (1869-1898) y Pedro Espinoza y Dávalos (1854-1866).
En el Santuario Metropolitano están José de Jesús Ortiz y Rodríguez (1902-1912) y Jacinto López y Romo (3 de marzo al 31 de diciembre de 1900).
Muy cerca de ahí, en el templo de la Merced, descansan las cenizas del padre diocesano Bernardo Anguiano. En la iglesia de Jesús María están los restos de San Cayetano, éstos llegaron al templo el día 9 de mayo de 1992 (los trajeron de Roma).

Se necesita hacer una verdadera investigación sobre este tema que es muy amplio. Para que se dé una idea mi querido lector, la catedral tiene más de 100 reliquias, ahora súmele las que tienen los demás viejos templos tapatíos, en verdad que son tantas y cada una con muchas historias, que es necesario hacer un estudio aparte.



 


 
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