Francisco Gómez de Mendiola nació en España allá
por 1519, junto con sus padres se vino a América en 1540 y radicaron
en la ciudad de México. Concluyó sus estudios en la Real
Universidad de México y ya con su título de abogado se trasladó
a Guadalajara, ejerciendo su profesión. Fue Oidor de la Real Audiencia
y alcalde mayor.
No entra en mis planes escribir la biografía del señor
Mendiola, sino narrar algunos sucesos de dicho señor en la tradición
tapatía, cuentan que al poco tiempo de estar radicado en esta ciudad,
"pretendió contraer matrimonio con la hija de un oidor y que
estando ya próximo el día de sus bodas murió la pretendida
doncella, exigiendo a su prometido como última prueba de fidelidad
que ingresase desde luego a algún convento y que para estimularlo
todavía más a cumplir tal promesa le obsequió una
alba y un amito para el día de su cantamisa".
Pero "pasaron los años sin que el licenciado Mendiola se
resolviera a obsequiar los deseos de su difunta novia, antes al contrario
se le veía siempre ocupado en los intrincados negocios de su profesión...
el día de su Santo (4 de octubre) del año de 1571 ... recibió
una real cédula de Felipe II que debió haberle dejado estupefacto,
pues en ella lo presentaba al Rey para Obispo de Guadalajara, nombramiento
que más tarde, esto es, el 19 de abril de 1573, confirmaba la Santidad
de Gregorio XIII. Dicen que en su cantamisa usó dicho regalo.
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Gómez de Mendiola era una persona muy buena caritativa, a tal
grado llegó su desprendimiento por los pobres, que les daba todo,
"aún su propia cama, que alguna vez llevó sobre sus
hombros para alivio de un indio enfermo"; él vivía en
una de las casas de su propiedad ubicadas en los terrenos del hoy Mercado
Corona.
Existe en la catedral, en la Colecturía (cuerto No. 116), un
cuadro que se le conoce con el nombre de "EL Milagro del Alacrán",
aquí está representado el obispo Mendiola de pie, en actitud
de dar una limosna a un pobre indio que está arrodillado ; cuentan
que el indígena fue en busca de caridad, pero el señor Mendiola
no tenía nada para darle, en esos momentos pasó un alacrán
por la pared, el obispo lo tomó, se lo dio al indio y al momento
de recibirlo se convirtió en una reluciente moneda de plata.
Este prelado fundó los colegios de Santa Catalina, para niñas
pobres, y el de San Pedro y San Pablo, para niños desvalidos ; fomentó
también en el Seminario Tridentino de San Pedro para enseñar
y reformar a su clero. El 23 de abril de 1576, murió Mendiola en
Zacatecas, el historiador Mota Padilla lo designa como "sujeto digno
de eterna memoria de quien debieran estar indagadas sus virtudes para fundamentar
la esperanza de autorizar el culto y veneración en que es tenido
por todos los habitantes de aquel reino".
El señor José T. Laris nos narra algo del señor
Mendiola, nos dice que: "Andando practicando la santa visita pastoral
el señor obispo de Guadalajara, don Francisco Gómez de Mendiola,
por el norte de la diócesis, el año de 1576, falleció
en la ciudad de Zacatecas, donde fue inhumado, primero, en la iglesia parroquias
y, pasado algún tiempo, exhumado y puesto en unas andas, completamente
incorruptible, en la capilla de la misma iglesia mencionada. Casi a raíz
del fallecimiento del santo obispo, el Deán y Venerable Cabildo
gestionaron la traslación del cadáver a Guadalajara; más
el clero y autoridades municipales se negaron a entregarlo.
En el año de 1597, se presentó ante el párroco
y juez eclesiástico de Zacatecas el presbítero Francisco
López de la Cruz, con plenos poderes del Venerable Cabildo tapatío,
urgiendo la devolución de los huesos del señor Mendiola,
cuyo cuerpo estaba íntegro, como hoy día. El párroco
y clero se negaron por segunda vez a entregar el cadáver entonces,
el padre López mostró in scriptis la pena de excomunión
para los renuentes, quienes se vieron obligados a acceder a la traslación.
Cuando se hacían las gestiones para traer el cuerpo, dice la leyenda
que un arriero se ofreció a hacer el cambio, a lomo de una hermosa
mula blanca. Cargando el cuerpo dentro de su caja mortuoria, la acémila
emprendió una carrera desenfrenada, dejando al arriero atrás,
sin que pudiera alcanzara.
Añade la conseja que a pesar de la larga distancia que hay entre
Guadalajara y Zacatecas, la mula llegó en una sola noche a su destino,
sin fatigarse, y al llegar a la puerta mayor de la catedral tapatía,
que entonces estaba donde en la actualidad es la Escuela Industrial Federal,
frente al costado norte del Teatro Degollado (hoy Palacio de Justicia),
tocó con las pezuñas delanteras.
Después de mucho rato, salió refunfuñando el sacristán,
que desaparejó la mula desatando primero el cajón que venían
atravesando y que la acémila, una vez libre de su venerable carga,
cayó muerta fue sepultada en el atrio de la iglesia episcopal".
Gómez de Mendiola estuvo enterrado en Zacatecas de 1576 a 1596,
en el presbiterio del templo parroquial, los dos años siguientes
estuvo en una caja de madera colocado sobre una de las cómodas de
la sacristía. Desde 1598 a la fecha, ha estado en esta ciudad tapatía
en diversos lugares, de 1598 a 1618 estuvo en la catedral vieja "en
una arca sobre el altar mayor de Nuestra Señora del Rosario".
Desde que se consagró la actual Catedral y, hasta 1827, estuvo el
señor Mendiola en la nave llamada de la Purísima junto al
primitivo altar de Nuestra Señora del Rosario, que hoy ocupa la
puerta que comunica con la antesacristía; de aquí pasó
al coro bajo del convento de Capuchinas, el tiempo pasó de nuevo
a Catedral colocándolo en la nave del Evangelio, junto al nuevo
altar de la Virgen de la Rosa.
En los 60's del siglo pasado, el cadáver de Mendiola estuvo alternativamente
en Capuchinas y en Catedral por causas de las guerras en Guadalajara, en
1894 se trasladó el cuerpo primero a la sacristía y después
a la sala capitular, al tiempo lo pasaron al altar de Nuestra Señora
de la Soledad. Actualmente reposa bajo el altar principal de la Catedral,
junto con los restos de José de Jesús Salazar López,
Juan Jesús Posadas Ocampo, José Garibi Rivera, etc. El 26
de septiembre de 1679, el sacristán mayor de la matriz, Sebastián
de Murillo Ordoñez, lo solicitó al obispo Juan de Santiago
León Garabito que se hiciera un reconocimiento del cadáver
de Mendiola, pues se había observado que le faltaba el brazo izquierdo,
la mano derecha, ocho dedos de los pies, etc.
A estos "hurtos piadosos", ni con "amenazas ni excomuniones
tuvieron poder suficiente para obligar a los culpables a restituir las
partes robadas". Tradición ya casi olvidada es la de darle
varios golpes a la urna de dicho prelado diciendo: "Anima bendita
del Señor Mendiola" y al dar el primer toque en la caya, "óyeme"
y al segundo "escúchame" y al tercero "atiéndanle";
después uno se arrodilla, se rezan varias oraciones y se dice en
secreto la petición, se le ofrece alguna cosa y antes de retirarse
se vuelve a tocar la urna diciendo: "despacha pues mi negocio, ánima
bendita del Señor Mendiola", en el primer toquido se dice "despáchalo
por Jesús", en el segundo "despáchalo por María"
y en el último "despáchalo por José".
Como dice Arturo Chávez Hayhoe que : "fue el señor
Mendiola recia y destacada figura de la Guadalajara del siglo XVI. Personaje
que sobresalió en aquellas épocas y cuyas huellas y recuerdo
han llegado hasta nuestros tiempos. Hombre de vigorosa y definida personalidad
que ha dado materia de estudio para la historia y argumentos para el folklore
tapatíos".