Fundado primeramente en Tetlán en el año de 1530 por fray
Antonio de Segovia, y al fundarse Guadalajara los vecinos le propusieron
a fray Antonio y demás franciscanos que trasladara el convento a
la nueva ciudad, así que los religiosos vieron y analizaron pros
y contras y por fin se decidieron al traslado del convento al barrio indígena
de Analco en 1542; como nos dice el padre Tello que: "Considerando
los pobladores de cuánto consuelo, ayuda y socorro le habían
sido los religiosos de Nuesto Padre San Francisco en las aflicciones pasada,
y de cuánta importancia les serían si fundasen convento junto
a la dicha villa (Guadalajara),que era ya ciudad, se lo pidieron y rogaron,
y como quiera que el principal intento que los religiosos tenían
era el acudir al bien las almas, y que de fundar convento a donde les decían
no resultaba daño alguno a los indios antes mucho bien por coger
en medio todos los pobladores de la gran provincia de Tonalán, y
que juntamente serían de provecho al a ciudad con las predicaciones
y confesiones , vinieron en ello y mudaron el convento de Tetlán
cerca de la ciudad, poblando de la otra banda del río, a donde agora
se llama Analco".
Pero duró muy poco el convento en Analco porque les quedaba muy
lejos el agua para su uso diario, continúa el padre Tello nárrandonos
que : " Poco tiempo después, viendo los religiosos que estaban
algo apartados del río y que por esto pasaban algunas descomodidades
determinaron mudar el convento y fundaron de la otra parte del río,
a donde ahora tiene la huerta el convento". Esta "segunda fundación"
venía estando donde actualmente están las calles de Héroes
y calzada Independencia, pero como dice el dicho "ni mucho que queme
al santo , ni poco que no lo alumbre"; notaron que el lugar era excesivamente
húmedo e insano y nuevamente decidieron cambiarlo al lugar donde
hoy se encuentra, fray Antonio Tello nos cuenta que: "Tampoco estuvieron
mucho tiempo en este puesto porque era muy enfermo, por ser muy pantanoso
y de muchos ojos de agua; y como los edificios de los religiosos eran pobres
y humildes, con facilidad los pasaban donde querían, y así
le fundaron un atrio de arcabuz más arriba, en parte seca y enjunta,
entre la ciudad y Mexicaltzingo, y se fue obrando con más fundamento
que antes, que es el puesto donde ahora está".
A mediados del siglo XVI, este convento debió ser sencillo y
muy pobre, aunque el obispo de Guadalajara Pedro Gómez M. le parecía
el mejor de la Nueva Galicia, ya que en una carta al rey de España
fechada en 1550, decía que: "Y junto a él (el río),
a la parte de la ciudad está un monasterio de San Francisco, el
mejor de este reino"; la construcción era de adobe.
La entrada de la iglesia estaba al sur, por que era principalmente al servicio
de los barrios de Analco y Mexicaltzingo y a instancias de los vecinos
de Guadalajara y de Diego de Colio, el convento cambió su entrada
al lado norte y el ábside al sur, de nuevo Tello nos dice que: "Con
gusto de los indios... se cerró la puerta que miraba a Mexicaltzingo
y se abrió para la ciudad".
Hubo una notable transformación en 1580, ya que fray Juan López
fue nombrado guardián y puso mucho empeño en la evolución
del convento, aunque no alcanzó a ver terminada su obra. La iglesia
la empezó a tres naves aunque solo pudo levantar las paredes y pilastras;
al convento se le hizo un claustro amplio y lógicamente agrandó
al convento, una vez más Tello nos informa que: "Hizo el claustro
de este convento y la mayor parte de él, y todos los pilares de
la iglesia como hoy están".
De 1586, tenemos un muy interesante testimonio de un visitante a Guadalajara
en ese año, es de un autor anónimo de los viajes del padre
Ponce y aunque no lo escribo textualmente nos dice que: el convento tenía
su claustro, las celdas para los religiosos y la iglesia eran de adobe;
el convento tenía una expléndida huerta que ocupaba el terreno
que va desde la calle Corona hasta la calzada Independencia.
Por la acera sur de la calle Héroes iba la barda de la huerta
y como ayuda a la subsistencia de los religiosos cultivaban legumbres y
árboles frutales en ella. El padre fray Luis de Palacio nos cuenta
una historia de un naranjo de la huerta franciscana, nos dice que: "Unos
naranjos conocí que eran seculares, del tiempo de la fundación.
De uno de ellos contaban los padres que habiendo un religioso difunto,
tendido en el descanso, caía sin causa manifiesta, una naranja al
dar la primera campanada del alba; cosa que tenía muy notada, y
así la esperaban con ansia ver caer. El naranjo era del ángulo
sur-este, más próximo al descanso, y éste tocaba con
la pared de la antesacristía por el lado norte de ésta".
También este convento sirvió como casa de formación,
había estudios superiores de filosofía y varias artes; en
esa época (1586) vivían en el convento 16 religiosos. Ya
estaba muy aventajada la fábrica de la iglesia, en 1611 se puso
el altar colateral decorado con una excelente escultoría.
Así que en el primer cuarto del siglo XVII, la iglesia estaba
terminada, el P. Tello nos informa que: "La iglesia es de tres naves,
de arquería cubierta de madera artesonada y lacería y la
más adornada de la ciudad. Tiene diez altares y capillas muy bien
aderezadas y doradas con retablos muy buenos de pintura y ensamblaje, y
el altar mayor tiene un retablo muy grande de muy linda pintura con imágenes
de santos, de bulto de escultoría, y toda la capilla dorada, y el
arco toral de alto a bajo hasta las gradas".
Al paso del tiempo la iglesia estuvo en muy mal estado y fue necesario
tumbar la antigua torre, porque era un fuerte peligro para la construcción;
así que comenzó la reconstrucción (1684), aprovechando
los muros para levantarla más alta y se hizo la torre que está
hoy con nosotros. La iglesia se reconstruyó de una sola nave de
bóvedas, todo esto a instancias de Fray Miguel de Aledo y se concluyó
la obra por Fray Antonio de Avellandeda en 1692. En los primeros años
del siglo XVIII, Fray José de Orozco reconstruyó el convento,
y se siguió embelleciendo la iglesia; Fray José Oliván
puso en el templo un bello órgano, el cual Fray Luis de Palacio
nos dice que era: "De voces dulcísimas, el cual largos años
envidiaron los canónigos".
Hay una descripción que nos hace Mota Padilla, de como estaba
este lugar en 1742: "Es uno de los más famosos templos que
tiene no sólo el reyno de la Nueva Galicia, sino que puede campear
entre los demás de la Nueva España; así por su fortaleza
como por su eminente y robusta torre, que se descuella y se adorna con
dieciseis arcos sin los de la linternilla con que remata, su portada, así
por su elevada coronación, como por sus bien sacadas columnas y
admirables estatuas pudiera servir de retablo.
Su cementerio es tan anchuroso y capaz, que dentro del, cabe la capilla
del Santo Sepulcro que cuidan y adornan los indios de Analco; otra iglesia
dedicada a S. Antonio de Padua que mantienen con todo culto los mulatos
con una devota cofradía; acompaña a la otra
iglesia dedicada por el Tercer Orden de Penitencia a su patrón
San Roque y sólo quedan por acabarse en dicha iglesia dos bóvedas
de las cinco en el trazo, con una portada a la de la iglesia grande; en
su talla, estipites y estatuas; un espacioso cementerio orlado de capillas
del Calvario en las que se colocan lienzos de la Pasión".
A mediados del siglo XVIII, San Francisco era un conjunto monumental,
aparte del convento y la iglesia de S. Francisco, había alrededor
de seis capillas, la única que se ha salvado ha sido la de Nuestra
Señora de Aranzazú; las capillas eran la del Santo Cenáculo,
San Antonio de Padua, la de la Tercera Orden o de San Roque, la del Santo
Sepulcro y la del Noviciado. Todo este ramillete de capillas reunidas,
tenía al centro una gran extensión de terreno ocupada en
su mayor parte del cementerio, todo este centro estaba bardado, con dos
entradas: La principal al norte y la otra al sur. Cerca de un siglo fue
la existencia de este magno conjunto, de a mediados del Siglo XVIII hasta
mediados del XIX; en el siglo pasado se empezó por desmantelarlo
y poco a poco se terminó en destruirlo casi totalmente. En 1808
se inició el despojo a la iglesia de San Francisco de sus altares
barrocos, en 1825 se dispuso que fueran removidos los retablos barrocos
y en 1826 fueron sustituidos por unos pobres altares neoclósicos.
En fin, acabaron con todo el barroco y apareció el neoclásico.
En las largas y continuas luchas en nuestro país en el siglo XIX,
la iglesia y el convento sirvió de fortín varias veces, y
ya en 1860 vino la exclaustración y el convento quedó solo
y abandonado, destruyéndose poco a poco. En 1861 se demolieron las
capillas de San Antonio de Padua, San Roque y el cerco de piedra que circundaba
al convento.
Buena parte del convento se vendió y fraccionó, otra
parte fue en un tiempo cárcel de mujeres, y después cuartel
y caballerizas; en los terrenos de la huerta estuvo la Estación
de Ferrocarril Central Mexicano, exactamente a espaldas del templo. En
el centro del jardín De S. Francisco estuvo el monumento al Gral.
Ramón Corona, hoy situado en la Calzada Independencia. En 1934 la
Secretaría de Bienes Nacionales vendió a varios particulares
una parte de los anexos del templo, incluyendo la sacristía, en
11 mil pesos, mitad al contado y el resto en abonos.La noche del 14 de
abril de 1936, la iglesia de S. Francisco fue incendiada (nunca se encontró
a los culpables), pereciendo lo que quedaba de esculturas, adornos y pinturas
antiguas.
Al año siguiente inició la reconstrucción quedando
el templo como lo vemos actualmente, la bendición del Altar Mayor
fue el 9 de abril de 1952 y la consagración del templo, tuvo lugar
el 23 de marzo de 1958, ceremonia que ofició el arzobispo de Guadalajara
José Garibi Rivera. La torre es de base rectangular, con campanario
de dobles claros que soporta al tercer cuerpo de forma octagonal que termina
en bóveda de aristas. Cubren sus naves una bóveda casi plana
y cinco esféricas, la cúpula del presbiterio descansa sobre
tambor octagonal con ocho ventanas y linternilla rematada por hermoso capulín.
Es una lástima que no se conserve nada del antiguo convento, el
atrio es ahora un jardín, el cementerio está bajo la calle
16 de septiembre; pero gracias a Dios que tenemos aún con nosotros,
el templo de Aranzazú y S. Francisco, gloria de la historia tapatía.