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Fray Domingo de Alzola llegó a esta ciudad en 1583, al poco
tiempo fundó el colegio de niñas pobres de Santa Catalina
de Sena, ubicado en las casitas que fueron propiedad del obispo Gómez
de Mendiola (hoy Mercado Corona); aquí se les dio refugio a "las
niñas pobres y huérfanas doncellas, porque con la falta de
educación y con la mucha necesidad que padecen, fácilmente
las vence el demonio y se hacen con esta facilidad muchas y muy grandes
ofensas a Dios". Por el motivo de la fundación de dicho colegio
de niñas y por la falta de monasterios de monjas en la ciudad, se
le pidió al obispo de Puebla, Diego Romano de Victoria y Govea,
que mandara a Guadalajara algunas religiosas dominicas para que fundaran
un convento y para que se hicieran cargo del colegio de niñas; así
que el 28 de junio de 1588 se otorgó la licencia respectiva y se
mandaron cinco religiosas, las cuales llegaron el 15 de agosto del mismo
año y a los dos días, con toda solemnidad se realizó
la fundación. |
Poco más de dos años duraron las monjas dominicas en las
casitas de Gómez de Mendiola, pues en noviembre de 1590 pidieron
permiso para cambiarse de lugar, manifestando que por ser estrecha para
su comunidad la habitación que ocupaban, estar vecina la cárcel
corta, y ni el lugar ser acomodado por ser la última y postrera
casa de la ciudad"; así que el Cabildo acordó el cambio
frente a la plaza de San Agustín, ocupando los antiguos terrenos
donde estuvo la primitiva catedral de San Miguel y también el Real
Hospital de San Miguel.
El señor Hernán Gómez de la Peña quien era
un minero de Xora, costeó una buena parte de la construcción
la cual era enorme, por el oriente llegaba hasta el río de San Juan
de Dios (hoy Calzada Independencia); por el norte se extendía hasta
la calle Juan Manuel, por el poniente hasta Belén y por el sur hasta
cruzar con Hidalgo. Este convento abarcaba un poco más de seis manzanas
y un gran número de instalaciones, el 7 de abril de 1661, fue cuando
se colocó la primera piedra del nuevo convento y bajo el patrocinio
del obispo Colmenero.
Fray Luis de Palacio nos cuenta algo de como era este convento: "El
espacio ocupado por el convento era el tanto de dos manzanas unidas de
Sur a Norte, prolongando en igual anchura desde el mencionado Colegio de
Niñas, cuya portería de hoy éralo cuando convento,
hasta el río de San Juan de Dios, y hasta tocar en la "Alameda"
comprendiendo en su recinto las extensas huertas con su ojo de agua y magnífica
alberca, un sin fin de patios, grandes y pequeños, y una gran multitud
de viviendas, cual casitas; tales eran las celdas, cada una con su cocinita,
y aún pequeños corrales, y jardines que tenían concedidos
a su disposición las religiosas para criar algunas gallinas o palomas,
etc., repartido todo en barrios "como decir el barrio de San Juan",
y departamentos para diversos menesteres: un mesón enseguida de
las casas de los capellanes sin comunicación éste, por supuesto,
con el monasterio; asimismo el Colegio de Niñas "éste
sí dentro", a cargo y dirección de las religiosas, al
de el P. Frejes el título de San Juan de la Penitencia".
También tenía cuatro grandes corredores de altos y bajos,
una gran fuente en el patio central, panadería, comedor donde cada
monja era atendida por su sirvienta; una gran cocina común, así
como un cementerio. El Convento de Santa María de Gracia terminó
en el siglo pasado, cuando se dio cumplimiento a la Ley de Exclaustración;
a partir de ese momento parte del convento se utilizó como cuartel,
las huertas y los jardines fueron fraccionados y ya para 1880 estaba ahí
el Hotel Progreso, con 26 habitaciones, caballerizas y bodegas en la planta
baja, mientras que en los altos contaba con 14 habitaciones y un gran comedor.
Lo único que logró salvarse de todo este enorme convento
fue la iglesia, que hace algunos años estuvo en reconstrucción
y se respetaron todas sus características arquitectónicas.
Sus dos puertas sencillas tienen motivos ornamentales barrocos y sobre
el muro donde están las puertas se destacan varios contrafuertes
que le dan más volumetría a ese parámetro.
Superior a los contrafuertes están varias gárgolas que
son las encargadas de desalojar el agua del techo, a todo lo largo de la
fachada y como remate está una comisa de sencillo perfil; todo esto
ayuda para darle al conjunto una armonía y proporción.
Esta iglesia no tienen torres, como los primeros templos que se erigieron
en la nueva España, sobre la comisa de los mechones están
las estatuas de la Virgen, San José y santos de 1a orden de Santo
Domingo. Al separarse el convento de la iglesia, se dejó libre el
lado oriente formando una nueva fachada, que fue restaurada, y se le puso
una de las portadas que eran del convento, haciendo juego con el edificio.
José Cornejo Franco nos dice que: "El interior es dórico,
festoneados sus capiteles; los retablos son corintios, hechura del XIX,
si bien antes fueron de madera tallada; se reformó la iglesia en
el siglo XVIII y en la sacristía se advierte una inscripción
con la fecha 1752, sacristía de lo mejor en Guadalajara, cubierta
con bóvedas por arista; en pilastras dóricas empotradas asientan
arcos de medio punto con sus archivoltas y los filetes pintados de azul
y oro.
En marcos de talla barroca se encuentran cuatro grandes murales que
cubren los lienzos de los arcos; son pasajes de la vida de Santo Domingo
firmados por Antonio Enríquez. De este convento salieron las fundadoras
del convento de Santa Catalina de Morelia y de Jesús María
de Guadalajara". La bóveda del presbiterio está substituida
por una cúpula de sección circular, su tambor es octagonal
y tiene ocho ventanas de frontón curvado; el templo estuvo cerrado
por 11 años, en los cuales se aprovechó para limpiar, resonar
pintar, descombrar y más, quedando la iglesia como hoy la vemos;
en 1989 se abrió de nuevo al culto, luciendo su limpia cantera y
su piso de madera.