El Cácaro


Don José A. Castañeda era un popular empresario de cine en esta ciudad, en 1909 abrió un cine llamado "Salón Azul" y para ese entonces, era muy común que los asistentes a la sala pidieran a gritos: "Explíquenosla don José; explíquenosla don José". Estribillo que después se transformó en un silbido con la misma tonada. Castañeda se hizo muy popular, porque el mismo inventaba los sonidos y los diálogo, de las películas que proyectaba, se situaba a un lado de la pantalla y ahí comenzaba su show de sonidos y palabras. Este señor tenía un empleado de nombre Rafael González, quien era el encargado de la proyección en la carpa Cosmopolita, que estaba ubicada en la calzada Porfirio Díaz (hoy Calzada Independencia).

Resulta que la Sociedad de Manipuladores y Ayudantes de Cinematógrafo demandó a Castañeda, "a causa del deficiente desempeño de su empleado Rafael González", y se pedía que se empleara a una persona competente para encargarse del proyecto, pues decían que el muchacho que lo manejaba lo hacía sin ningún "conocimiento en el ramo" y esto era muy malo para la concurrencia.

Después que los inspectores vieron que no había faltas, declararon improcedente dicha demanda, el muchacho, Rafael González, estaba picado de viruela y su patrón (Castañeda), se refería a él con el sobrenombre de Cácaro".

Según Ignacio Villaseñor, nos cuenta: Al tiempo en que don José se ponía al frente de la pantalla para explicar la película, Rafael se encargaba del proyector. La manipulación en aquellos tiempos se hacía con una manivela, a la cual el proyeccionista tenía que dar vueltas con cierto ritmo para que el movimiento de la imagen no se viera muy rápido o demasiado corto. Así que Rafael, al ponerse a proyectar, fue presa del nerviosismo en las primeras ocasiones y después, ya que se creyó con práctica en el oficio, era su costumbre quedarse dormido. Entonces, don José le gritaba: "¡Cácaro!".

Con el tiempo, la concurrencia le ganaba el grito de "¡Cácaro!" a don José, ante cualquier falla en la proyección. Y así, el público asistía más con el ánimo de divertirse con las explicaciones de don José y gritándole al "'Cácaro", que por las películas que se proyectaban. De aquí se difundió la expresión para nombrar en general a todos los proyeccionistas en México.



 


 
Mapa del sitio

© Copyright 2004, todos los derechos reservados