San Cristóbal


En la esquina de las calles Reforma y Santa Mónica, se encuentra una gran estatua de piedra, que representa a San Cristóbal con el Niño Jesús en los brazos. Eduardo A. Gibbon en su "Guadalajara La Florencia Mexicana", nos dice que es la estatua de piedra más grande que él ha visto en la República. En el pedestal en que descansan Ia columna que sirve de peaña a la estatua, hay una pequeña covacha casi siempre tapada con algún ladrillo o adobe; en esta covacha ardían diariamente, sobre todo en las noches, velas de cebo que le ponían sus muchos devotos a este santo. Desde muchísimo tiempo atrás el pueblo tapatío, denominó a este santo con el nombre de San Cristobalazo.

Dentro de la iconografía colonial la figura de San Cristóbal se ponía siempre en tamaño muy grande, por dos razones, una porque se creía que el santo, de origen cananeo, había sido un gigante; la segunda, existía la creencia de que si se encomendaba uno ese día a San Cristóbal, no tendría una mala muerte. Entonces para que toda la gente lo pudiera ver, se figuraba de un tamaño verdaderamente impresionante, ya fuera en pintura o en escultura. Bajo esta gran estatua se han hecho varios crímenes, así como innumerables robos, ya que a mitad del siglo pasado la calle de Santa Mónica era muy obscura y de poco tránsito, por lo cual era preferida por los ladrones y también les servía de escondite a todo lo que habían robado. Una verdadera odisea tenían que pasar los devotos al querer encender alguna veladora al santo, pues casi siempre eran asaltados; estos ladrones tomaron como guarida a esta calle y aquí burlaban la vigilancia de las autoridades locales, la cual era muy deficiente. Los viejos contaban que "una señora tapiqueña que accidentalmente se hallaba en Guadalajara, tuvo que pasar una noche muy obscura por el frente de Santa Mónica y lo hizo sin ningún temor, tanto porque ignoraba el peligro que había en esa cuadra porque le tocó la buena suerte de encontrarse con la ronda, que en la esquina de la calle de Don Juan Manuel había dado vuelta por la de Santa Mónica, casi al mismo tiempo que la señora a que me refiero empezaba a atravesar la de San Felipe al pasar junto a San Cristobalazo ocurriósele por mera curiosidad meter la mano en el hornito donde se prenden las velas, de donde sacó con sorpresa un portamonedas lleno de dinero, un libro de misa, unas tijeras y algunos otros objetos de escaso valor, que seguramente dejaron ahí los rateros al retirarse violentamente cuando divisaron la ronda. No recuerdo si la señora llevó los objetos encontrados a alguna iglesia por si aparecieran sus respectivos dueños o si recordando el viejo refrán español: "ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón", optó por quedarse con ellos. A raíz de la exclaustración de las monjas de Santa Mónica, se hizo una vigilancia mayor a esta calle, los encargados fueron los voluntarios del llamado "Batallón de Mamá", quienes en muy poco tiempo acabaron con los ladrones que por ahí se juntaban, pero este "Batallón de Mamá" en sus ratos de ocio, hacían de San Cristobalazo un objeto de diversión y de risa. Algunas veces lo vestían de guerrero colocándole vestidos de papel picado de varios colores, le ponían un puro en la boca, algún mecapacal en la espalda o cualquier cosa que se les ocurriera, otras veces se descolgaban de la azotea de la Iglesia y se montaban en este santo, haciendo poses y señas obscenas. Se contaban muchas cosas de este santo, varias personas aseguraban que habían visto en altas horas de la noche vacío el nicho de San Cristóbal, o con el niño solamente, otros decían que lo habían visto cuando llovía a cántaros, cubriéndose con un gran paraguas, así como entre otras cosas. San Cristóbal ha sido especialmente venerado por los cargadores, quienes se acercaban piadosos a él para pedirle que les concediera la fuerza necesaria para seguir con su empleo; muchos de los mozos que trabajaban en la fábrica de aguardientes, vinos, licores y de la industria, recitaban unos versos a este santo pidiendo su auxilio: Dichoso Cristobalazo/ santazo de cuerpo entero/ y no como otros santitos,/ que ni se ven en el cielo,/ Herculeo Cristobalazo/ forzudo como un Sansón/ con tu enorme cabezón/ y tu nervudo pescuezo./ Hazme grueso y vigoroso/ hombrazo de cuerpo entero,/ no como esos "tipitos"/ que casi besan el suelo./ También San Cristóbal era muy cotizado por las mujeres "que se les había pasado el barco" pero querían casarse, así como cosa contraria, para separarse de ellos; estos breves versos tienen mucha antigüedad y eran muy populares entre la gente "de la clase última del pueblo". Cuando querían encontrar marido le decían: San Cristobalazo / patazas grandazas,/ manazas fierazas../ ¿cuándo me casas?/ Y una vez que lo han conseguido y están aburridas de él, vuelven con el santo y le imploran: San Cristobalazo,/ patitas chiquitas,/ manitas bonitas,/ ¿cuándo me lo quitas?/ Hace algo de tiempo frente a esta estatua, era muy común ver a un individuo sentado en cuclillas con la vista fija hacia San Cristóbal, "era el pobre demente Tololo, que se había convertido en un fiel custodio de la misma por si alguien pudiera robarla". Actualmente a este santo ya no se le ponen veladoras, ni la gente implora su auxilio, sólo contempla el mucho tráfico y smog que en sus calles se origina; sólo nos queda el recuerdo de los acontecimientos que por esta masa de piedra, se suscitaron en Guadalajara por muchísimos años. Aunque tiene varios defectos de anatomía y, proporción, no deja de ser una obra de indiscutible mérito.



 


 
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